La nueva naturaleza del episcopado mexicano
ANAYA, CREEL, CASTAÑEDA, CORRAL, ZEPEDA, LOS ENTERRADORES DEL PAN
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de junio de 2018.- Ricardo Anaya ha quedado atrapado en su propio laberinto.
Es evidente que ya no lo quieren como compañero de viaje en la actividad política personajes como los gobernadores Carlos Mendoza Davis de Baja California Sur y José Rosas Aispuro de Durango.
Ambos mandatarios se han pronunciado por realizar el dos de julio próximo una cruzada de refundación del PAN ante el desastre que vive actualmente y que se verá reflejado en los resultados que Anaya obtenga como candidato presidencial el 1 de julio.
La denuncia que presentó el presidente del senado, Ernesto Cordero, ante la PGR, aclarando que lo hacía como ciudadano, para que se investigue por el delito de lavado de dinero, es por demás sintomática del abandono que sufre Anaya Cortés por parte de connotados militantes del partido que todavía controla, cuando menos hasta el 2 de julio en el que muy probablemente quede manifiesto que llevó al PAN a ser una menguada tercera fuerza electoral por el resultado que previsiblemente va a obtener en las elecciones que se celebrarán un día anterior.
El futuro del PAN está ahora en manos de pillos como Santiago Creel, dedicado al coyotaje tratando de cobrar a Alstom de México un suculento moche, Javier Corral que gobierna Chihuahua como un cacique de horca y cuchillo, Jorge Castañeda que está en el lugar menos indicado para un intelectual de su nivel, Damián Zepeda que es un vulgar testaferro de Anaya y lo que queda del Jefe Diego.
Las redes sociales circularon en las últimas horas un video que presenta a Ricardo Anaya cuando apenas era un niño. Y el video lo muestra sacando billetes de una cartera de dama y se los guarda con una fruición muy parecida a la que mostró en su momento René Bejarano cuando recogió el dinero que le entregaba el argentino Carlos Ahumada, ex pareja de Rosario Robles.
Un rosario de traiciones caracteriza las acciones de Ricardo Anaya para adueñarse primero de la presidencia del PAN y desde allí arrebatar la candidatura a personajes como Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle.
Ricardo Anaya Cortés es un traidor nato.
Así lo calificaban sus propios compañeros de partido.
El año pasado lo hizo al haber abandonado a su suerte a la entonces candidata panista al gobierno del Estado de México, Josefina Vázquez Mota.
No es la primera vez que sus compañeros consideran a Ricardo Anaya como un personaje desagradecido que solo busca beneficios para él y su camarilla.
Al inicio de su carrera política en Querétaro, lo responsabilizaron del fracaso de la candidatura panista que permitió al PRI recobrar la gubernatura.
Años después, Gustavo Madero le abrió de buena fe la puerta para que se convirtiera en presidente del PAN.
Semanas más tarde, Anaya traicionó a Madero al negarle la coordinación de los diputados panistas en San Lázaro, como se había comprometido.
Posteriormente la víctima de sus ambiciones fue Enrique Peña Nieto. Se la hizo al mexiquense cuando abandonó el famoso Pacto por México, con una falta total de ética y de principios.
Lo que vino después fue mera rutina: deshacerse de Margarita Zavala y su esposo, el ex presidente Felipe Calderón, así como todo el grupo de calderonistas.
Quizás esta fue la traición de Anaya que fue la más dolorosa para los panistas de cepa y estirpe.
Semanas después lo hizo con Rafael Moreno Valle, a quien le cedió la candidatura de al gobierno de Puebla, que fue entregada a su esposa, la ex primera dama Marta Erika Alonso Hidalgo a cambio de que lo apoyara en su aventura en busca de la candidatura presidencial.
La jugada final para acceder a la ambicionada postulación fue liquidar a Miguel Mancera en alianza con Alejandra Barrales, ese ya fue un episodio menor equiparable a la felonía en esta feria de traiciones del queretano.
Pero se llegó el tiempo en que el llamado “Joven Maravilla” está viendo que al terminarse los cohetes que lanzaba alegremente sintiéndose intocable, ahora tiene que dedicarse humildemente a recoger las varas.
En política nada es para siempre.
Y la “gloria” de Ricardo Anaya parece haber tocado un doloroso fondo.