Descomplicado
El Mago de Xalapa
Como pocos, Sergio Pitol encarnó la distinción orteguiana entre contemporáneos y coetáneos. Los primeros son aquellos que conviven vital e intelectualmente. Los segundos sólo coinciden en el tiempo.
Conocí a Sergio en la primavera de 1999 cuando recién llegué a vivir a Xalapa y desde el primer saludo supe que éramos contemporáneos. Y lo fuimos en el sentido que le dio Xavier Villaurrutia al describir el grupo que fue conocido con este nombre: “La actitud crítica es lo que aparta a nuestro grupo de los grupos vecinos. Esta actitud preside, como una diosa invisible, nuestras obras, nuestras acciones, nuestras conversaciones y, por si esto fuera poco, nuestros silencios.
Sergio era un Señor de compostura frágil, casi transparente, que irradiaba luz y calidez. No era de reuniones o de presentaciones. Pero su amistad con Cristina Medina lo llevó al estudio de Radiotelevisión de Veracruz y frente a las cámaras, a mi lado, desveló su vida y su obra. Era una de las personas más privadas que he conocido, pero de nuevo en prenda de amistad, me tuvo en su casa para hablar de literatura, de historia, de la vida.
Cuando recibió el Cervantes quise acompañarlo. Eso no pudo ser, pero escribí un texto que hoy recupero, resumido, en su memoria:
“El próximo 23 de abril 2006 será domingo. Sueño con el futuro y me imagino a la antigua Complutum iluminada por un sol de primavera tremolante en el viento de La Mancha. Pienso en el rumor que recorrerá el Paraninfo de la Universidad cuando la figura frágil de Sergio Pitol aparezca ante los académicos. ¿Qué irá a testimoniar este tercer mexicano que recibe el lauro cervantino en Alcalá de Henares? Me pregunto si al dar lectura a las cuartillas que temblarán ligeramente en su mano, el espíritu de Cisneros pondrá oído atento a lo que tenga que decir este indiano llegado, ¡Dios mío!, desde Veracruz.
“Quisiera estar ahí ese día. Ahí donde vieron la primera luz el Arcipreste de Hita y Miguel de Cervantes. Ahí donde cada 23 de abril, desde hace tres décadas, se oficia la misa mayor del castellano en memoria del ungido del que naciera el Caballero de la Triste Figura. Dicen que el Cervantes es el Nobel de la lengua española. Difiero, pero hoy no tengo apetito para el debate. Yo, que del oficio soy acólito y creo que todo escritor es escudero de la lengua, me anticipo a saludarle: Salve, varón famoso, a quien Fortuna cuando en el trato escuderil te puso, tan blanda y cuerdamente lo dispuso, que lo pasaste sin desgracia alguna.
“¿Será que Sergio -quien con Lara comparte la tenacidad por ser veracruzano- hable de garzas en fuga, en viaje al país de un taumaturgo vienés? Mi visión del futuro no da para tanto, pero anticipo el gozo de una locución de mi tierra que saeteará los muros medievales en donde prédicas colosales han reverberado. ¡Atención! ¡Silencio! Los vientos manchegos nos traen algunas de esas voces:
“Borges. El destino del escritor es extraño, salvo que todos los destinos lo son; el destino del escritor es cursar el común de las virtudes humanas, las agonías, las luces; sentir intensamente cada instante de su vida y, como quería Wolser, ser no sólo actor, sino espectador de su vida […] El escritor tiene una desventaja: el hecho de tener que operar con palabras, y las palabras, según se sabe, son una materia deleznable. Las palabras, como Horacio no ignoraba, cambian de connotación emocional, de sentido; pero el escritor tiene que resignarse a este manejo, el escritor tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las fábulas…
“Guillén. […] Henos en este hermoso Paraninfo. Ningún lugar más adecuado. No es menester ir a Delfos, junto al Monte Parnaso y la Fuente Castalia, ni trasladarse a Roma, al Capitolio. El “laureatus in Urbe” dice aquí, en este Alcalá cervantino, cuánto le conmueve que una obra poética, llevada a término durante medio siglo, sea ahora tan halagüeñamente reconocida.
“Paz. Si yo dejase hablar a mis sentimientos únicamente, estas palabras serían una larga, interminable, frase de gratitud. Pero mi emoción es ciega. Bien sé que la realidad simbólica de este acto es más real que la fugaz realidad de mi persona. Soy apenas un episodio en la historia de nuestra literatura, la transitoria y fortuita encarnación de un momento de la lengua española.
“Sábato. Conmovedor destino el de este idioma en sus mil años, y revelador del misterio de la Conquista. Porque si únicamente fuera cierto lo que cuenta la Leyenda Negra, los descendientes de las razas subyugadas deberían manifestar hoy su resentimiento. Y no. Dos de los más grandes poetas de nuestro tiempo, Rubén Darío y César Vallejo, con sangre india en sus venas, no sólo escribieron en la lengua de los conquistadores, sino que cantaron a España en poemas memorables. […] ¿Cuántos y cuáles imperios produjeron semejante prodigio?
“Fuentes. Yo comparto el Premio Cervantes, en primer lugar, con mi patria, México, patria de mi sangre pero también de mi imaginación, a menudo conflictiva, a menudo contradictoria, pero siempre apasionada con la tierra de mis padres. México es mi herencia, pero no mi indiferencia; la cultura que nos da sentido y continuidad a los mexicanos es algo que yo he querido merecer todos los días, en tensión y no en reposo. Mi primer pasaporte -el de ciudadano de México- he debido ganarlo, no con el pesimismo del silencio, sino con el optimismo de la crítica. No he tenido más armas para hacerlo que las del escritor: la imaginación y el lenguaje.
“Zambrano. Gracias […] por otorgarme la oportunidad de compartir la siempre leal penumbra de algún recuerdo claro o, a lo menos, íntimamente verdadero: el recuerdo de los espacios, pues mal puedo olvidarme de todos ellos; y el recuerdo de las palabras, pues desdecirme de ellas tampoco quiero. Por amor a tales recuerdos y a vuestra generosa compañía, seguidme hasta una hermosa ciudad de México, Morelia, cuyo camino no busqué, sino que él mismo me llevó a ella, igual que a tantos otros españoles recién llegados al destierro.
“Vargas Llosa. Hay algo abrumador en obtener un Premio llamado Cervantes y recibirlo en Alcalá de Henares, la ciudad donde nació el padre y maestro mágico de nuestra literatura
“Cabrera Infante. No puedo evitar pensar que si los reaccionarios que ocuparon el lugar de los adelantados le hubieran dado permiso para emigrar a lo que ya se llamaba América, su gran libro hubiera sido escrito no en España, sino en la Nueva España ¿Qué les parece Don Quijote de las Indias?
“Edwards. Llegué al Quijote […] de la mano de sus grandes exégetas del 98, y encontré en ese libro algo que después no he encontrado en ningún otro autor: ni en el Dante, ni en Rabelais, ni en Molière, ni en el mismo Goethe. Algo que Cervantes sólo comparte, quizás, con Shakespeare, aunque de otra manera, de un modo más fantasioso, más aéreo, más bromista: un elemento de compasión profunda, de humanidad, de ironía, una distancia que consuela y que redime, transmitidos con una gracia única.”
Adiós, Sergio. Amén.
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