Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Los idus de septiembre
Algo tiene de inquietante el mes de septiembre, y en particular su onceavo día. En esta jornada tuvo lugar la destrucción de las torres gemelas de Nueva York, con lo cual, según el filósofo, parió el verdadero siglo XXI.
Un repaso histórico revela hechos espeluznantes sucedidos una y otra vez en ese día de ese mes. Muchos dirán que fueron casualidades y otros sostendrán que no. Pero no siendo la parapsicología hagiográfica el fuerte de JdO, permítaseme alguna reflexión ociosa en lugar de la esperada apología patriótica de la temporada.
En la noche del 10 al 11 de septiembre de 1541 tuvo lugar la tragedia en la que perdió la vida doña Beatriz de la Cueva, viuda del conquistador Pedro de Alvarado, noticia que nos llegó con el título de: “Relacion del espantable terremoto que agora nueuamente ha acontescido en las Yndias en vna ciudad llamada Guatimala: es cosa de grade admiracion y de grande exemplo para que todos nos enmedemos de nuestros peccados y estemos aprescibidos para quando Dios fuerere feruido de nos llamar.”
El notario Juan Rodríguez, inauguró así la crónica periodística en América. Un año después, las fuerzas de Michimalonco destruyeron la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura, en territorio que hoy llamamos Chile, y en 1649 Cromwell se cubrió de gloria con la masacre de Drogheda. ¡Ay… tanta historia!
En 1943 los nazis iniciaron el exterminio de los judíos en los guetos de Minsk y Lida. En 1965 llegó a Vietnam la primera división de caballería del ejército estadounidense y quedó sellado el destino de cientos de miles de jóvenes yanquis y vietnamitas, peones en un tablero de ajedrez manipulado desde Washington, Moscú y Pekín.
En 1972 el comando palestino “Septiembre Negro” secuestró a once israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich. En 1973 el general Augusto Pinochet derrocó al presidente Salvador Allende. En 1982 Israel invadió Líbano y se dieron las masacres de Sabra y Shatila. ¡Ay… tanta historia!
De todos esos acontecimientos, sólo uno, el de Guatemala en 1541, fue un desastre natural. Todos los demás tienen que ver con lo humano. Permítaseme el lugar común: “Homo lupus hominem”. Mas el tiempo, que todo pone en su lugar, un día levanta los velos y nos enteramos de las razones ruines, asaz cobardes, casi siempre impunes, con que los poderosos siegan vidas y destruyen pueblos por “razones de Estado”, cuidando siempre que tales “razones” se cumplan puntualmente en los bueyes del vecino y no en los propios.
El Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de Georgetown (NSA) publicó transcripciones de telefonemas entre el presidente Nixon, Kissinger, (Premio Nobel de la Paz, hágame usted el refabrón cavor), el secretario de Estado Rogers y el director de la CIA Helms, que confirman lo que todos sospechábamos: en septiembre de 1973 el gobierno de Estados Unidos organizó y estuvo tras el golpe militar de Pinochet, tal como organizó y estuvo tras los asesinatos de Madero y Pino Suárez en 1913. Nixon murió hace 24 años, Rogers hace 17 y Helms hace 10, pero don Henry sigue vivito y coleando a los 95. ¿Pisará la cárcel por acciones que hubiesen sido foliadas en el tribunal de Nuremberg? Apueste usted a que no.
Poco después de la asunción de Allende en 1973, este feroz retoño de Metternich gritaba a Helms: “¡No permitiremos que Chile se vaya por el drenaje!”
Dice el NSA: “Después de que Nixon habló personalmente con Rogers, Kissinger grabó una conversación en la que el Secretario de Estado estuvo de acuerdo en que, ‘como tú dices, deberíamos decidir a sangre fría qué hacer y después llevarlo a cabo’. Mas aconsejó proceder ‘con prudencia para que no nos salga el tiro por la culata’. El secretario Rogers consideró que ‘después de lo que hemos dicho acerca de las elecciones, si la primera vez que un comunista gana [una y] los E.U. intentan impedir el proceso constitucional, nos vamos a ver muy mal’”.
Las transcripciones revelan que apenas nueve semanas antes del golpe de Pinochet y la CIA, el 4 de julio de 1973, Nixon llamó a Kissinger y le dijo: “Creo que el tipo chileno ése podría estar en problemas”. “Sí”, respondió Kissinger. “Definitivamente está en dificultades”. Nixon, dice el NSA, procedió a culpar al director de la CIA y al antiguo embajador en Chile, Edward Korry, por no haber impedido la asunción de Allende tres años antes. “La regaron”, dijo el Presidente.
Demos dar gracias a la diosa Walpurga o a nuestra deidad favorita de la antigua Teutonia, de que el señor profesor Kissinger, a imagen y semejanza de los represores de izquierda y derecha con los que seguramente no estaría dispuesto a sentarse a la mesa, haya grabado secretamente sus conversaciones telefónicas como la que tuvo el 16 de septiembre de 1973 con su jefe Nixon. Es posible que tenga efectos eméticos en algunos lectores, por lo que se recomienda precaución:
(Saludos respetuosos. Nixon pregunta si hay novedades.)
Perdonará el lector mi obsesión por citar continuamente a los grandes filósofos, pero confirmo que pensadores como Jesús Hernández Toyo en verdad conocieron el alma de los políticos y crearon una tipología universal para su análisis. Si bien nadie podría regatearle a Kissinger el mérito de una patológica obsesión por la imagen histórica que nos legará y que se ha traducido en gruesos volúmenes, después de leer la anterior conversación tampoco nadie podría estar en desacuerdo con que la sentencia de nuestro llorado compatriota le va como anillo al dedo: “La política apendeja a los hombres inteligentes y enloquece a los pendejos”. Amén.
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