Para Contar
Septiembre
Si alguien dudaba que algo tiene de inquietante el mes de septiembre, el pasado lunes 19 borró toda incertidumbre.
Septiembre significa “séptimo mes”, pero en el calendario es el noveno y además transcurre bajo la protección de Vulcano, dios de muy corta mecha. Es una anomalía lunaria.
Quienes tuvieron el presentimiento de que el viaje de Isabel II para encontrarse con Cerdic de Wessex precisamente en septiembre anunciaba el fin de la civilización occidental, seguramente confirmaron su corazonada.
No pretendo alarmar a mis lectores ni escribo en la negra sombra del recelo por un evento que tenía 0.0000021% de posibilidades de ocurrir. El sismo de 2007 me cambió la vida y el lunes anterior no fue un día fácil, pero garantizo que tengo firme la rienda en el oficio de articulista no político.
Veamos algunas razones por las que atisbo nubarrones en este mes. El primero de septiembre de 1939 los nazis desencadenaron la II Guerra Mundial, que terminaría en el mismo mes con la rendición de Japón seis años después.
El onceavo día me parece particularmente siniestro. Ese día de 1973 se concretó en Chile el golpe de estado asestado por Mr Nixon y Herr Kissinger en contra del gobierno de Salvador Allende y en el 2011 tuvo lugar en Nueva York el espeluznante ataque a las Torres Gemelas.
Un repaso histórico revela otros episodios hórridos del séptimo mes que se creyó noveno. Se dirá que fueron casualidades o no, mas no siendo la parapsicología hagiográfica el fuerte de JdO, permítaseme una ociosa reflexión septembrina en lugar de la apología patriótica de la temporada mexicana.
En la noche del 10 al 11 de septiembre de 1541 fue la catástrofe que costó la vida a doña Beatriz de la Cueva, viuda de Pedro de Alvarado, noticia que conocemos como “Relacion del espantable terremoto que agora nueuamente ha acontescido en las Yndias en vna ciudad llamada Guatimala es cosa de grade admiracion y de grande exemplo para que todos nos enmedemos de nuestros peccados y estemos aprescibidos para quando Dios fuerere seruido de nos llamar”, crónica del notario Juan Rodríguez que inaugura el género periodístico en América.
Un año después, las fuerzas de Michimalonco destruyeron la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura, en territorio que hoy llamamos Chile. En 1649 Cromwell se cubrió de gloria con la masacre de Drogheda y en 1714 Barcelona es arrasada por las tropas borbónicas.
En 1943 los nazis iniciaron el exterminio de los judíos en los guetos de Minsk y Lida. En 1965 llegó a Vietnam la primera división de caballería del ejército yanqui y quedó sellado el destino de cientos de miles de jóvenes gringos y vietnamitas, peones en un tablero de ajedrez manipulado desde Washington, Moscú y Pekín.
En 1972 el comando palestino “Septiembre Negro” secuestró a once israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich. En 1973 el general Augusto Pinochet derrocó al presidente Salvador Allende. En 1982 Israel invadió Líbano y se dieron las masacres de Sabra y Shatila.
De todos esos acontecimientos, sólo uno, el de Guatemala en 1541, fue un desastre natural. Todos los demás tienen que ver con lo humano. Permítaseme el lugar común: “Homo lupus hominem”.
Mas el tiempo, que todo pone en su lugar, un día levanta los velos y nos enteramos de las razones ruines, casi siempre impunes, con que los poderosos siegan vidas y destruyen pueblos por “razones de Estado”, cuidando siempre que tales “razones” se cumplan puntualmente en las vacas del vecino y no en las reses propias.
Hay en el documental Fahrenheit 9/11 de Michael Moore una escena conmovedora en donde el robusto director se apuesta a las afueras del Congreso e invita a los padres de la Patria que acaban de votar la invasión a Irak a que enlisten a sus hijos para defender la tierra que los vio nacer. Todos sin excepción -a semejanza del señorito Aznar, que en un encuentro con estudiantes en México declaró que había sido “engañado” en ese asunto-, huyen con risas nerviosas. En mi rancho a eso le llamamos mariconería.
Hace tiempo el Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de Georgetown (NSA por sus siglas en inglés), desveló las transcripciones de telefonemas entre el señor presidente Richard Nixon, el señor profesor Henry Kissinger (asesor de seguridad nacional y Premio Nobel de la paz), el señor secretario de Estado William Rogers y el señor director de la CIA Richard Helms, que confirman lo que todos sabíamos: en 1973 el gobierno de Estados Unidos organizó y estuvo tras el golpe militar de Pinochet, tal como organizó y estuvo tras los asesinatos de Madero y Pino Suárez en 1913, en contubernio con Inglaterra y Alemania.
Nixon murió hace 28 años, Rogers hace 21 Helms hace 20. Pero Herr professor K. sigue vivito y coleando a los 99. ¿Pisará la cárcel por acciones que hubiesen tenido cabida en el tribunal de Núremberg? Apueste usted a que no.
Poco después de la asunción de Allende en 1973, este feroz retoño de Metternich gritaba a Helms: “¡No permitiremos que Chile se vaya por el drenaje!”
Leemos en la transcripción del Archivo Nacional de Seguridad: “Después de que Nixon habló personalmente con Rogers, Kissinger grabó una conversación en la que el secretario de Estado estuvo de acuerdo en que, ‘como tú dices, deberíamos decidir a sangre fría qué hacer y después llevarlo a cabo’; mas aconsejó proceder ‘con prudencia para que no nos salga el tiro por la culata’. El secretario Rogers consideró que ‘después de lo que hemos dicho acerca de las elecciones, si la primera vez que un comunista gana los E.U. intentan impedir el proceso constitucional, nos vamos a ver muy mal’”.
Demos dar gracias a la diosa Walpurga o a nuestra deidad favorita de la antigua Alemania, de que el señor profesor Kissinger, a imagen y semejanza de los represores de izquierda y derecha con los que seguramente no estaría dispuesto a convivir, haya grabado secretamente sus conversaciones telefónicas como la que tuvo el ¡16 de septiembre! de 1973 con su jefe Nixon. Es posible que tenga efectos eméticos en algunos lectores, por lo que se recomienda precaución:
(Saludos respetuosos. Nixon pregunta si hay novedades.)
K. No. Nada de importancia. El asunto chileno se está consolidando. Claro que los periódicos están desgarrándose porque un gobierno pro-comunista fue derrocado.
N. Vaya, vaya. Qué cosas.
K. Digo, en vez de celebrar. En la administración de Eisenhower seríamos héroes.
N. Bueno, no lo hicimos –como sabes- no aparecimos en esto.
K. No lo hicimos. Quiero decir los ayudamos ______ generamos condiciones tan amplias como fue posible.
N. Así es. Y así es como se va a jugar. Pero escúchame, en lo que toca a la gente, déjame decir que no se van a tragar ninguna mierda de los liberales en esta.
K. De ninguna manera.
N. Saben que es un gobierno pro-comunista y eso es lo que es.
K. Exactamente. Y pro-Castro.
N. Bueno, lo principal fue… Olvidémonos de lo pro-comunista. Fue un gobierno totalmente antiestadounidense.
K. Ferozmente.
N. Y los fondos de que dispusiste. Vi el memorándum que giraste acerca de la plática confidencial _________ para una política de reembolsos para expropiaciones y cooperación con Estados Unidos y por romper relaciones con Castro. Bien; diablos, ese es un gran aliciente si lo piensan. No, de ninguna manera te fijes en las columnas y en los desgarres sobre eso.
K. Oh. No me molesta. Sólo se lo informo a usted.
N. Sí. Me lo informas porque es típico de la mierda a la que nos enfrentamos.
K. Y la increíblemente sucia hipocresía…
N. Eso lo sabemos.
K. De esa gente. Cuando se trata de Sudáfrica, si no los derrocamos arman un escándalo.
N. Sí. Tienes razón.
En fin, ¡otra historia septembrina!
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