Libros de ayer y hoy
El próximo gobierno, durante el primer regreso del PRI a la Presidencia de la República, propondrá, de una vez y para siempre, la transformación íntegra de Pemex. ¿Cuál? ¿La que lleva implícita la necesidad de una reforma constitucional? ¿La que garantiza el control del Estado, el pago cabal de impuestos de las inversionistas privados, y una reinversión que haga crecer a la empresa, que disuelva la petrolización de la economía?
Lo que debe revisarse es el compromiso contraído por el actual presidente de México, firmado con Hillary Clinton, pues en ese contrato se estipula que el oro negro extraído de las aguas profundas del Golfo de México, deberá refinarse en Estados Unidos. ¿A razón de qué?
La exploración y extracción puede y debe abrirse a la inversión privada, de preferencia nacional, porque lo verdaderamente valioso, lo que deja dinero y ensancha las perspectivas de un desarrollo que derive en novedosos descubrimientos de más derivados del petróleo, es la refinación; de qué sirve extraer millones de barriles diariamente, si para cubrir las más elementales necesidades de transporte y generación de energía, México importa miles de millones de dólares anuales en gasolinas, y exporta parte de su ahorro y su PIB para satisfacer la demanda de carburantes.
Dicen los expertos que por más rápido que se construyan refinerías y se reconfigure a las existentes, el país todavía importará gasolinas durante al menos catorce años. ¿De quién es la responsabilidad? ¿Desde hace cuántos años debieron construirse nuevas refinerías? ¿Por qué razones políticas y económicas no se hizo? ¿A quién es necesario sancionar, para que no se vuelva a tirar buena parte de la riqueza nacional a la basura?
Aparece el otro extremo del problema: el sindicato, porque la defensa de los intereses de los trabajadores es ajena a los compromisos ideológicos, políticos y familiares de Carlos Romero Deschamps, pues mientras la empresa languidece, mientras por alguna extraña razón dejó de cumplirse con el compromiso de, al menos, iniciar la construcción de una nueva refinería en Hidalgo, la hija del prócer de los derechos laborales sube a las redes sociales una muestra de la ominosa manera en que dilapida un dinero que no es suyo y, auditoría de por medio, un dinero que su padre nunca pudo haber devengado de manera legal.
Recuerdo esa anécdota de la anciana rusa que postrada ante Cristo, en la basílica de Moscú, reza con profunda fe y humildad para que Pedro el Cruel nunca muera, viva por siempre.
El pope, azorado, se acerca a ella y pregunta el motivo de que sus oraciones estén orientadas por la salud de ese déspota.
La anciana responde: Imagine cómo será el sucesor.
¿Necesitarían los mexicanos acudir a la Villa de Guadalupe, para pedir, de rodillas, porque Elba Esther y Carlos Romero vivan por siempre? ¿Serán peores los que los sucedan?
QMX/gom