LA COSTUMBRE DEL PODER: Benedicto XVI, erró

14 de enero de 2013
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Gregorio Ortega

Son los gobiernos, los poderes fácticos, las iglesias, las corredurías bursátiles quienes determinan el ambiente social en que se ha de vivir, no la prensa.

En su homilía con motivo de la celebración eucarística para agradecer los bienes recibidos durante 2012, el papa Benedicto XVI recordó a su grey que “a pesar de todo, aún hay bien en el mundo; por supuesto que a veces es difícil reconocer esta profunda verdad, ya que el mal hace más ruido que el bien”.

Pero lo que atrajo mi atención y motivó que diera vueltas y vueltas a lo dicho por el pontífice, es lo siguiente: “(Un) asesinato brutal, la violencia generalizada y las graves injusticias están en las noticias. En cambio, los actos de amor y de servicio, los esfuerzos diarios soportados con fe y paciencia muchas veces permanecen en la sombra y no emergen”; luego recordó a sus fieles que gran parte del mal del mundo es provocado por hombres que toman las decisiones incorrectas.

A lo asegurado por Benedicto XVI surgen dos preguntas ineludibles, de cuyas respuestas depende el auténtico valor moral y de autoridad desde la fe, de lo dicho por el papa.

¿Es cierto que la violencia generalizada y las graves injusticias están en las noticias, o son éstas el reflejo del corazón de los seres humanos, son fiel espejo del comportamiento de quienes tienen el poder -en todas sus dimensiones y estratos- y aspiran a él, sin medir las consecuencias de buscarlo y obtenerlo por cualquier medio?

Pienso, de inmediato, en esos terribles cuentos de Julio Cortázar que conforman el libro Queremos tanto a Glenda; en uno de ellos, cuyo título no recuerdo, un niño, martirizado por el dolor del recuerdo, evoca para el lector cómo su padre le pega a su madre -lo que es un flagelo universal de todos los días y en todos los niveles sociales-; en el titulado Recortes de prensa, el escritor argentino entrega al lector algunas de las consecuencias de la represión de la dictadura.

Caigo en cuenta, entonces, que la declaración evangélica del pontífice de los católicos se alinea, a propósito o de manera inconsciente, con los gobiernos de extrema derecha, porque la información de lo que sucede en las calles, de los levantones, los desaparecidos, los secuestrados, los miles de cadáveres cuya identidad se desconoce, sólo es una denuncia, o sigue siendo una denuncia por sobre los intereses comerciales de los medios.

Olvidan, el papa Benedicto XVI y los líderes de los gobiernos, que la prensa sólo refleja esa realidad diseñada por ellos, construida por ellos, en la que el bien, las buenas noticias están ausentes porque así lo han querido quienes mangonean a la sociedad, desde la fe o desde las tasas impositivas.

Únicamente Willian Randolph Hearst propició guerras para alimentar de información su imperio de prensa. Dejaron de existir esos magnates que aspiraron a sustituir al Estado.

Hoy son los gobiernos, los líderes sociales, los intereses económicos de los poderes fácticos, las iglesias y las corredurías bursátiles las que determinan el ambiente social en que se ha de vivir, no la prensa.

QMX/gom

 

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