
Libros de ayer y hoy
Los mexicanos de a pie, las seguras víctimas del SAT, los cumplidores puntuales de la ofrenda fiscal a los dioses tutelares del Estado, deben sentirse henchidos de orgullo, pues su fuerza de trabajo, su contribución tributaria garantiza una vida de lujo a los legisladores, sin que éstos retribuyan a sus valedores salariales, de bonos extraordinarios y pines de oro para significarse.
¿Quién se molesta o inquieta, porque en medio de la crisis de credibilidad en las instituciones, inmersos en el rompimiento del vínculo sociedad-Estado, el Senado de la República haya adquirido un elefante blanco, con sobreprecio, lleno de defectos irreparables? ¿Quién puede dejar de enorgullecerse porque los integrantes de la flamante legislatura, esos senadores que debieran pecar de modestia por la situación de pobreza de muchos mexicanos, fueron premiados con vehículos nuevos, sin que ellos los solicitaran, pero que son necesarios para dar realce a su labor pública, a su representación de la sociedad?
¡Vamos!, ninguno de los mexicanos que se truenan los dedos para llevar alimento a sus familias, para garantizar la educación de los hijos y, al menos, vestirlos con decoro, puede dejar de sentirse satisfecho porque con su pobreza garantiza que los legisladores vivan con la prestancia y apariencia requeridas para el cargo, porque si carecen de inteligencia y conocimientos para desempeñar sus funciones, en cuanto se visten como el emperador, ni quien se acuerde de sus deficiencias.
¡Y cómo no asegurar que dispongan de los más recientes instrumentos que la cibernética puede poner en sus manos, para garantizarles un trabajo cómodo, y una diversión sana en los tiempos muertos de la sesión!
El que los diputados federales dispongan del último grito de la moda en materia de Ipads, es lo menos que los causantes cautivos pueden desear, pues para eso trabajan y cumplen con el tributo fiscal requerido, precisamente para que sus representantes legislativos los representen con la ostentación que requiere manifestar que se comparte el poder, con la apariencia de que son poseedores de la verdad y con enjundia defenderán los intereses de los representados, con el propósito de que nada enturbie el futuro de sacrificio e incertidumbre que aguarda a quienes pagan su salario.
¿Qué importancia tiene lo equívoco del tiempo político, y que Telmex distribuyera, en cumplimiento de un convenio con la Cámara de Diputados, las Ipads justo en el momento en que se discutía la reforma a las telecomunicaciones? ¿Qué importancia tiene que los miembros de una fracción parlamentaria no la aceptaran o la regresaran, cuando doblan su dignidad por otras razones y otros conceptos.
En materia de análisis político es pésimo generalizar, pero a quién le dan pan que llore. Esto viene a cuento porque coincido con la idea de que debe haber una transición política, que el presidencialismo fuerte tiene dificultades para reconstruirse y debe transitar al parlamentarismo presidencial, pero ¿con este tipo de legisladores puede llegarse a algún lado?
El colmo es que los líderes de las fracciones parlamentarias, los presidentes de las Cámaras y sus administradores hacen caravana con sombrero ajeno, pues en ningún momento ofrecen esas prestaciones u obsequios en nombre de los contribuyentes que los hacen posibles.
QMX/gom