
Polos de Bienestar: el nuevo rostro del desarrollo regional en México
Si no se reglamenta el cabildeo y se deja sin sanciones graves a los corruptores, todo permanecerá igual, dispuesto para las complicidades.
Son muchos los argumentos e interpretaciones para justificar que no sea durante el actual periodo ordinario de sesiones, que se discuta y apruebe la reforma fiscal. Lo que sí va, es la Comisión Nacional Anticorrupción.
Coinciden en sostener que es un respiro al ritmo que trae el gobierno desde su inicio, lo que también sirve para que las lenguas de los líderes parlamentarios se fogueen y muestren lo afilado de sus inteligencias, a efecto de que no haya rompimiento del pacto por una confrontación económica.
Debieran, los integrantes del Congreso, formularse las mismas preguntas planteadas por los analistas españoles y buena parte de la sociedad de ese país, como lo hace Almudena Grandes el último 28 de enero:
La confusión es muy comprensible. La semana pasada, sin ir más lejos, conocimos el caso de un tesorero que pretexta haber carecido de firma autorizada en las cuentas de la fundación donde ejercía dicho cargo, y el de una articulista que cobraba 3000 euros por cada texto. Si lo primero les parece inverosímil, lo segundo -se lo digo yo- es un puro argumento de ficción. Pero el ventilador que esparce excrementos por doquier produce un singular efecto óptico. La lupa que agranda los objetos situados en primer término, desenfoca las figuras más distantes hasta lograr que pasen desapercibidas. En otras palabras, los árboles no nos dejan ver el bosque.
Sabemos quién entrega los sobres y quién los recibe, pero nunca quién los llena. Los concejales abrumados por las deudas se hacen tan tristemente famosos como los intermediarios horteras que exhiben rubias teñidas con medio kilo de silicona en cada mama, y parece que todo termina ahí. Mientras tanto, los corruptores, elegantes y discretos, casados con sus señoras de toda la vida, que disimulan las canas con un tinte de su color, riegan el jardín al acecho de otra oportunidad. Viven tranquilos, porque sus nombres, sus fotos, nunca aparecen en los titulares de los diarios. Si acaso, cuando casan a alguna nieta, en la prensa del corazón.
Ellos son el principio y el fin de la corrupción, los padres del monstruo que nos devora, pero nadie se atreve a denunciarlos. Está por ver que la justicia sea capaz de colmar las exigencias de la ciudadanía, pero incluso si investigara exhaustivamente las fortunas de los corruptos, los entramados financieros de los intermediarios, para producir sentencias ejemplares sin ir más allá, no habremos conseguido nada. Los corruptores no tardarán mucho en encontrar a un político endeudado, a un vividor con buenos contactos. Y todo volverá a empezar.
Si de verdad desea ser un gobierno de resultados, eficiente, deberá contemplar la creación de la Comisión Nacional Anticorrupción un capítulo sobre la normatividad del cabildeo y de sanciones serias a los corruptores de la iniciativa privada, a esos que desde el poder indican la cantidad que ha de ponerse en los sobres y el nombre de los destinatarios, quienes se auto justifican creyendo recibir dinero de amigos, y no de cómplices.
No hacerlo así, equivaldrá a dejar las cosas de la administración pública igual, favorecer las complicidades por la eternidad. Será propiciar que las reformas estructurales, si pasan, nazcan podridas, porque de ellas se beneficiarán los que puedan corromper.
QMX/gom