Abanico
El caletre de los aspirantes a homenajes, reconocimientos, el Olimpo político, la inmortalidad terrena, funciona de manera distinta al cerebro de los mortales, tan diferente que los candidatos a la eternidad muchas veces se muestran dispuestos a dejar constancia de sus errores.
Richard M. Nixon, en esa obsesión por trascenderse a él mismo y enterrar el mito de John F. Kennedy, tomó la determinación de audio grabar todas las conversaciones sostenidas en el salón oval durante su mandato, lo que permite conocer al ciudadano medio que las decisiones políticas, los problemas del Estado y del mundo son tratados con desparpajo y al margen de los parámetros éticos y morales a los que se ciñen los mortales comunes.
Gracias a la estupidez de los “plomeros” de Watergate, a la tenacidad de los reporteros del Washington Post y a los pantalones de su directora, a lo que han de sumarse las infidencias de “Garganta Profunda”, es que el pueblo en general se entera de lo que ocurre en la oficina donde despacha el presidente de Estados Unidos y líder formal del Imperio.
Lo anterior viene a cuento, porque en su entrega de 30 de mayo último para El Universal, Carlos Loret de Mola nos narra cómo Marisela Morales, en el más privado de los privados de su oficina de procuradora General de la República, asesorada por altos mandos del Ejército mexicano y -es de mi cosecha- seguramente instruida por su patrón y jefe, el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, Felipe Calderón Hinojosa, instaló un sistema de escucha y video para dejar constancia de conversaciones “especiales”, en las cuales lo mismo pudieron discutirse problemas relevantes de seguridad nacional, que establecerse las pautas para conceder cierto tipo de favores especiales, concesiones que únicamente pueden hacerse con conocimiento del jefe de las instituciones, como la sabe quien conozca un poco el teje y maneje del sistema político que agobia a México.
Ahora puede comprenderse la decisión tomada por Eduardo Medina Mora y Arturo Chávez Chávez, quienes en un momento álgido de su función como procuradores, prefirieron hacer mutis y desaparecer de la escena política nacional, antes que hacerse cómplices de algo que nada tiene que ver con las razones de Estado, y posiblemente sí tiene mucho de referencia con las necesidades de obtener impunidad, a cualquier precio.
Dadas las características del desempeño de Marisela Morales, quizá su premio en el mundo consular debió ubicarse entre las ciudades de Nápoles y Palermo, a modo de que pudiera completar su formación profesional, tal como debe apreciarse después de lo que informa Loret de Mola.
Deja anotado Roberto Saviano: “Iba buscando un sitio; un sitio donde fuera posible reflexionar sin vergüenza sobre la posibilidad de la palabra. La posibilidad de escribir sobre los mecanismos del poder, más allá de la historia, más allá de los detalles”.
Allá debió llegar Marisela Morales, convertida en un mecanismo del poder.
QMX/gom