Visión financiera
Durante el segundo y último debate, los cuatro candidatos a la Presidencia de la República no dieron la talla, porque no supieron o no quisieron. Los tres bloques de temas propuestos eran idóneos para que diagnosticaran la enfermedad endémica del país, primero, para después explicarnos cómo resolverían los profundos problemas sistémicos que hacen de México un rehén de la buena voluntad de Estados Unidos y otras economías.
Identifican fácilmente las consecuencias de las deficientes políticas públicas y de la ausencia de una transición que, por lo que se escuchó el domingo, ha sido pospuesta para la eternidad; es curioso porque incluso ellos las padecen, afectan su vida y su patrimonio, determinan su futuro y su comportamiento: violencia, pobreza, pésima educación, falta de empleo, corrimiento de los centros de poder, pero sobre todo el desánimo y la desilusión que se han instalado entre los mexicanos, porque no encuentran un guía político de la estatura de Adolfo Suárez, por ejemplo.
Para resolver los problemas implícitos en la integración comercial con América del Norte y la globalización, anuncian reformas estructurales a la economía, pero parecen no comprender o no querer discernir que como los gobiernos de los últimos 24 años fracasaron, los problemas dejaron de ser coyunturales para convertirse en sistémicos, y la única manera de resolver lo económico pasa por una profunda reforma del modelo político, iniciadas ambas en paralelo, porque disminuir el número de los integrantes del Congreso, aceptar las candidaturas ciudadanas, la reelección de alcaldes, diputados y senadores sólo son aspirinas para resolver un mal mayor.
Sostuvieron, los cuatro candidatos, que México únicamente podrá recuperar su lugar en el mundo y readquirir el liderazgo de América Latina, a través de la solución de los problemas internos, cuando es precisamente lo contrario, porque nadie se ha preocupado por resolver las asimetrías de toda índole que se profundizaron con la integración del país a América del Norte, y como consecuencia de la globalización.
Es exactamente a la inversa: resolver los graves problemas de México requiere una revisión exhaustiva de la relación bilateral con Estados Unidos, por el papel estratégico que por razones geográficas el país desempeña en la seguridad nacional del Imperio, y eso no han sabido hacerlo valer.
No pudieron o no quisieron hablar de lo que inciden en el desarrollo interno y en el comportamiento de los mexicanos la integración comercial, la globalización, la dictadura económica de los barones del dinero representantes de las casas de bolsa y los grandes bancos, el terrorismo, la delincuencia organizada que se ha estructurado horizontal y verticalmente como un consorcio transnacional, a semejanza de las grandes empresas.
Preocuparse por el Instituto Octavio Paz (copia del Cervantes) o un tratado comercial con China, cuando su declive económico, como el de la comunidad europea, ya se anuncia, es no tener ni la más remota idea de lo que ocurre en el mundo y de las necesidades de los mexicanos.
Mentir como lo hace JVM, insistir en el viejo presidencialismo al estilo AMLO o pensar en que achicar al Congreso como propone EPN son soluciones mágicas, es no querer ver el tamaño del desafío ni diagnosticar adecuadamente el origen de los problemas.