
El futuro del trabajo: ¿declive?
Reducir la brecha entre opulencia y necesidad sin la presencia del Estado es difícil, pero se hace casi imposible cuando el proyecto económico, impuesto por las exigencias de la globalización, es ajeno a la idiosincrasia de los mexicanos y a los intereses de la patria.
De inicio, el problema es semántico, de errores en la precisión del lenguaje y en la idea que las palabras desean expresar. Por ejemplo, patria, ética, moral, valores cívicos y civiles son términos que a los políticos les dan güeva, como lo señala con toda puntualidad la actitud de los menores de 25 años.
Naturalmente la mayoría de los políticos gobiernan para esa minoría a la que están destinados los anuncios publicitarios que exhiben el lujo al que se puede acceder, de tener un poco de suerte, un buen padrino o, simplemente cambiar de actitud, olvidarse de la templanza y otras palabras sin uso ni valor, por el momento.
Reducir esa brecha, entonces, requiere de saber el significado de desarrollo social y la manera de instrumentarlo como política pública, sin importar que las diversas oposiciones quieran confundirlo, a fuerza, con política clientelar o manipulación electoral. Ayudar siempre es pecado para la oposición política, y cuando alguien lo agradece, lo hace con una estocada en la espalda.
Hoy, el Distrito Federal es modelo en la aplicación de políticas públicas de desarrollo social, aunque también figura como ejemplo en lo que a traiciones en ese ámbito se refiere.
La transformación del Distrito Federal se inició con la reforma política de Ernesto Zedillo Ponce de León, que permitió la llegada del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas al gobierno de la ciudad. 16 años en los que han estado al frente el propio ingeniero, Rosario Robles, Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. De ellos destacan, por razones opuestas, Encinas y Mancera, pero justo es decirlo, el modelo de desarrollo social que deslumbra a propios y extraños fue concebido por López Obrador e instrumentado, desde sus inicios, por Rosa Icela Rodríguez Velázquez. Lo que cuenten por fuera es floritura y anécdota.
Cierto es que para ello esta ciudad se beneficia de muchas de las instalaciones administradas por el gobierno federal, pero también es claro como el agua que la sede de los tres Poderes de la Unión y las instituciones federales se benefician de los servicios a cargo del presupuesto de la ciudad.
En el Distrito Federal se vive más tiempo y mejor, el transporte público es absolutamente gratuito a partir de los 70 años, la ayuda económica a los miembros de la tercera edad es universal, con el único requisito de vivir en esta ciudad. Hay señoras encopetadas que se sirven de esa prestación.
La seguridad pública también es desarrollo social, porque luego resulta que a los jodidos los abandona la procuración de justicia y los desconoce la administración de los jueces. Sólo ahora, con los desaparecidos y los tiroteos, con las leyes penales a modo para exonerar a los delincuentes del 1° de diciembre y posiblemente a los del Zócalo del 10 de junio, con los asesinados en Tepito y una anti climática campaña de prensa, se amenaza este remanso de desarrollo social.
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