Abanico
Se piensa de inmediato en los líderes sindicales, nadie quiere recordar a los funcionarios públicos de Pemex que fueron modelo de corrupción.
Siempre que se habla de corrupción en Pemex, en automático se piensa en Carlos Romero Deschamps y sus compinches del sindicato; de inmediato la sociedad evoca la imagen de un coche de 25 millones de pesos que “papi” regaló a su hijo. También se rememoran las fotografías de los viajes y el lujo con el cual los hace la hija del líder.
Vistas así las cosas, pareciera que quienes tienen a su cargo la administración de la empresa que ha permitido a México transitar por las crisis económicas sin tanto perjuicio, son absolutamente incorruptibles, en ningún momento se enteran de cómo llegan al sindicato esas enormes cantidades de dinero, cómo se entregan, a quiénes están destinadas y cuáles son los proyectos perjudicados en beneficio de unos cuantos.
Creo que es momento de dejarse de hipocresías. Si Emilio Lozoya Austin es digno hijo de Emilio Lozoya Thalman, el saneamiento ético y moral de Pemex debe iniciarse en una exhaustiva revisión del pasado administrativo inmediato, y podrá percatarse que la renovación moral de Miguel de la Madrid Hurtado únicamente vio la superficie y llevó a la cárcel al inocente ingeniero Jorge Díaz Serrano, quien disciplinadamente encubrió las tropelías de Alicia y Margarita López Portillo, para honrar lo que él consideró una amistad que la contraparte dejó de respetar antes de que concluyera su sexenio.
Recordemos una vieja historia ocurrida en 1960:
6 de febrero. Personal de la PGR establece estrecha vigilancia en las instalaciones de Pemex por temor a sabotajes debido a la investigación que se inició contra Jaime J. Merino.
8 de febrero. Desaparecen archivos de Pemex. Según denuncia, presentada cuando iniciaban las labores de investigación de fraude en la paraestatal y que involucraban al ex superintendente Jaime J. Merino. Documentación del archivo del almacén de materiales desapareció.
2 de marzo de 1960. La Procuraduría General de la República demanda a Estados Unidos la extradición del ingeniero Jaime J. Merino debido a que la empresa Petróleos Mexicanos denunció la malversación de fondos por parte del superintendente del distrito de Poza Rica. Con la participación de otras personas había distraído de su objeto el numerario recibido en administración, configurándose el peculado.
Como resultado de las diligencias y peritajes practicados por agentes del Ministerio Público Federal, se llegó a la acreditación de los hechos y presunta responsabilidad de Jaime J. Merino y copartícipes.
El monto del peritaje contable ascendió a más de dos millones de pesos, y como se tuvo conocimiento de que dicha persona residía en Estados Unidos de América, se solicitó la extradición.
En paráfrasis de Tito Monterroso, puede escribirse que cuando Pemex se fundó, la corrupción ya estaba allí. El tamaño de los intereses movidos por la industria petrolera están perfectamente descritos en Rosa blanca, de Bruno Traven, y la manera en que esa perniciosa manera de corromper es heredada en México de los representantes de las empresas petroleras estadounidenses, que hicieron de la vileza virtud, y de la “comisión” extraordinaria un hábito cotidiano.
QMX/gom