
De frente y de perfil
Los suicidas presurosos de huir de su propia realidad, como Adolfo Hitler y Joseph Goebels
Es un mito literario, social y de la criminalística actual, el de los seres humanos sin consciencia. Ese hálito de la razón o del alma -como elijan identificarla-, está presente en los lúcidos y más negros momentos. De allí el insomnio y los suicidas que resolvieron el problema filosófico, de estirpe, como puede clasificarse a Sándor Márai, Arthur Koestler y François Mitterrand, por mencionar algunos; o los suicidas presurosos de huir de su propia realidad, como Adolfo Hitler y Joseph Goebels.
Los seres humanos no pueden huir de esa presencia de la razón, a menos de someterse a una lobotomía quirúrgica o clínica. Los ansiolíticos son el primero de los remedios para huir de uno mismo. Medicamentos que estarán en el buró del responsable de tanta violencia y muerte en este país; responsable de tanta deuda y tanta indignidad, de no cumplir con el mandato constitucional y no haber tenido la estatura de estadista para conceptuar e iniciar la transición.
Aparecen ya los textos “analíticos”, la desinformación, la propaganda, en ilógico esfuerzo por justificar lo injustificable, en un empeño por exculpar al Presidente de la República de su responsabilidad constitucional y humana, para que “nadie” -como en la contienda de Ulises contra Polifemo- sea el responsable de las muertes y las desapariciones, de la degradación anímica y política de México y los mexicanos. La idiosincrasia de hoy impedirá a la sociedad tragarse el cuento, comprar los disparates.
El presidente constitucional en México lo es todo, legal y políticamente, mientras el modelo político no se transforme y adecúe a las exigencias internas y externas actuales. Es el jefe de las Fuerzas Armadas, líder de su partido, última instancia y, en analogía bíblica, el alfa y omega de lo que sucede durante su “guardia”, que dura seis años y tiene fecha de caducidad.
Exculparlo de lo ocurrido durante estos casi seis años, equivale a querer exculpar a Hitler y a Stalin de sus responsabilidades históricas y humanas. No hubiesen sido necesarios los juicios de Núremberg, y el Gulag únicamente sería producto de la imaginación de novelistas del tamaño de Alexander Solzhenitsin. Proponen el paraíso de los negacionistas.
Naturalmente que Hitler, ni Himmler ni Goering cremaron directamente algún judío, pero sin las políticas públicas por ellos impuestas, seis millones habrían muerto de otra manera, posiblemente en su cama.
Cómo explicar tanto disparate y esforzarnos por comprender. “Todos nos engañábamos con nuestra buena fe y confundíamos nuestra buena disposición personal con la del mundo. Pero no debemos avergonzarnos de ese error, pues no menos que nosotros se engañaron políticos, economistas y banqueros que confundieron la engañosa coyuntura de aquellos años con un saneamiento económico y el cansancio con la pacificación. En realidad la lucha no había hecho otra cosa que desplazarse del campo nacional al social”, dejó anotado Stefan Zweig, para alertarnos.
Querer exculpar al presidente constitucional, equivale a asumir una complicidad.
QMex/gom