México se la juega en 2025
Esta explosión en el corporativo de Pemex, sea cual sea su origen, coloca a los mexicanos en la incertidumbre.
Debe ser atendida la solicitud de EPN, presidente constitucional, porque abrir los espacios del ocio especulativo a los supuestos que pudieron causar la explosión en el edificio B del corporativo de Pemex, fomentará el rumor.
Lo cierto es que dadas las condiciones en que se ubica la credibilidad en las instituciones, la ausencia de expertos para traducir en palabras claras la intención histórica de la Presidencia de la República y la condición desfavorable del Poder Ejecutivo -debido a la siempre pospuesta reforma política-, el gobierno está en el peor de los escenarios posibles; depende de lo oportuno y la certeza de sus respuestas, para que la luna de miel con la sociedad se prolongue.
Dada la magnitud de los daños, pero sobre todo por las consecuencias graves e irreversibles que la explosión tendrá en el ánimo de la sociedad y en el futuro del gobierno -pues Pemex es parte fundamental de la seguridad nacional-, poco importa el origen del suceso, porque el azar o el destino armado por mano del hombre, acotan las posibilidades de éxito de EPN y le presentan la tentación de ceder a la mano dura. Accidente o atentado muestran un boquete en el sistema de seguridad del Estado, causado por el descuido de 12 años de panismo sin idea del poder y su funcionamiento constitucional.
Si es un accidente por falta de mantenimiento, por descuido, por ausencia de recursos, sólo puede pensarse que en Pemex son muchas las contingencias que ponen en entredicho la eficiencia y la seguridad de la empresa, pero sobre todo la lenidad con la que durante 12 años los directivos de Pemex, así como el sindicato, la han tratado: como una ubre para la ordeña de recursos fiscales.
Por el contrario, si el origen del estallido es de tinte político o ideológico, si la mano del hombre busca profundizar la violencia en México y desafiar al gobierno constitucional, la respuesta legal y legítima y el uso de la autoridad del Estado se colocan por encima de cualquier duda, porque es guía de una sociedad desgastada por 6 años de muertes, desapariciones, secuestros y simulaciones en la procuración y administración de justicia.
Ambos casos colocan a EPN en el peor de los escenarios posibles, pues como lo anota Juan José Saer: “Todo presente es, casi por definición, arduo y sombrío. La cognoscibilidad relativa del pasado neutraliza sus amenazas, en tanto que el tembladeral del presente es incierto y precario. El hombre vive ese presente como el privilegio dudoso de una sentencia diferida. Nuestro presente, hecho de violencias cumplidas y de amenazas que persisten, no difiere, en suma, de los presentes que lo han precedido y que, en el mejor de los casos, han sustituido la violencia sumaria por una opresión insidiosa y monótona que impregna el aire y la materia de los días. Para nuestra sed pulsional, el presente es como un nudo de prisiones”.
Esta explosión, sea cual sea su origen, coloca a los mexicanos en la incertidumbre: porque los sistemas de seguridad heredados del gobierno panista, se mostraron incapaces ante la previsión que requiere la seguridad nacional, e inermes ante el terror.
QMX/gom