El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
El fenómeno electoral EPN merece un análisis serio, sin ramplonerías, sin considerarlo únicamente protagonista del diseño político de las televisoras o de los administradores de los poderes fácticos. Sólo la propaganda política de los Estados totalitarios determinó la consciencia de sus sociedades. No es el caso.
¿A qué se debe que crezca o mantenga su porcentaje en la intención de voto, a pesar de la algarada anti EPN, de la sucia diarquía establecida entre AMLO y JVM, de que Quadri lo defienda, de los indeseables que se escudan en las siglas del PRI para medrar?
La respuesta al cuestionamiento anterior, me refiero a la acertada, permitirá establecer el escenario político y social que la sociedad a la que va a gobernar tiene preparado para él.
A pesar de que los priistas y los lambiscones de EPN le confirmen su certeza de que obtendrán carro completo, tal como Jorge de la Vega Domínguez ofreció 20 millones de votos en 1988, eso no ocurrirá. Disiento de los analistas que sostienen, contra viento y marea, que el elector de hoy es idéntico al de 1994, al de 2000 y 2006. No se emitirá el voto útil, ni el de castigo al PAN, ni el que aliente el regreso del PRI por considerarlo la solución mágica a los problemas de la nación. No, lo que se emitirá es el voto del desencanto.
Los convocó a la reflexión: no es lo mismo resultar electo porque se castiga al panato, porque la solución AMLO no resulta convincente, o porque se tiene confianza en el regreso del PRI, a que se alcance el triunfo porque los votantes crean que más vale malo por conocido, o porque no hubo de otra.
Si EPN resulta triunfador gracias al voto del desencanto, pronto se percatará -si aspira a convertirse en hombre de Estado, a trascender- que tendrá que asumir decisiones y responsabilidades similares a las que se apegaron todos los contertulios que obtuvieron el pacto de La Moncloa; de otra manera flotará como sus dos antecesores y la transición sistémica que requiere el modelo de gobierno de México se pospondrá hasta que esta nación esté más cerca de América Central que del destino que en algún momento de las gestas de Independencia, de las leyes de Reforma y de la Revolución, quienes las protagonizaron creyeron que México alcanzaría.
Sólo hay que ver los resultados de las guerras o intervenciones instigadas por Estados Unidos en Chile, Argentina, Brasil, Perú, Panamá, Colombia, El Salvador, Nicaragua, o el bloqueo económico a Cuba. Las cifras son elocuentes, puede que exista un crecimiento real en esas naciones, pero también existen la pobreza, la ignorancia, la inseguridad, porque el único resultado al mostrar aspiraciones para que los gobernados vivan con un mínimo de decoro, cierta dignidad, es el vasallaje al Imperio.
EPN adquirirá la certeza de que no es lo mismo hacerse con el poder que ejercerlo -la experiencia de su gubernatura es insuficiente para lo que le espera-, porque los panistas vaciaron a la sociedad del sustento cívico, ético y moral que sostuvo las instituciones de un Estado que, a pasos agigantados, se acerca al colapso.
Es el escenario único que aguarda a EPN.
QMEX/gom/arm