
Del derecho de protestar al derecho de imponer
Emilio Gamboa Patrón no sabe leer los signos de los cambios
El líder de la fracción parlamentaria del PRI en el Senado, muestra incomprensión para dar los resultados que de él se esperan.
La fuerza, debilidad y/o decadencia de los funcionarios públicos, de los legisladores, de los políticos, se nota y se siente en su forma de andar, se manifiesta públicamente en las palabras elegidas para sus declaraciones y a la hora de entregar resultados, se refleja en la mirada.
Características que es necesario tomar en cuenta para calibrar la eficiencia y los previsibles resultados del gobierno recién iniciado.
Si EPN, presidente constitucional, desea obtener los recursos económicos y el apoyo de la sociedad para cumplir con sus 13 decisiones ejecutivas, necesita de las reformas estructurales como del aire, sobre todo de la hacendaria, para que rinda fruto fiscal el trabajo de los mexicanos, traducido en bienes y servicios, y de la referente a la energía, al uso y beneficio de los recursos no renovables, porque de lo contrario la cruzada contra el hambre, el seguro para las jefas de familia, la pensión a los mayores de 65 años, el bienestar y la salud ofertados, se transformarán en lo que pudo haber sido y no fue.
Es en ese contexto que es necesario evaluar los resultados de Emilio Gamboa Patrón, quien durante el panato pudo reconvertirse. Dejó de ser un excelente cortesano del primer círculo del poder, para transformarse en un eficiente operador político desde la oposición, pero perdió capacidad para hacerlo en cuanto el PRI regresó a la Presidencia de la República.
Lleva, por lo pronto, tres resultados negativos, que revelan la involución de lo que fue su fuerza política. La reforma laboral se le empantanó, y hubo de aguantarse una severa observación de EPN; la necesaria reforma a la Ley de la Administración Pública Federal se le atoró en la exigencia de que los mandos policíacos fuesen sancionados por el Senado y, lo más esclarecedor, perdió un pulso político con el poder, al mostrarse incapaz de impulsar a Enrique de la Madrid Cordero como titular de Sagarpa. El hijo del ex presidente sólo obtuvo el Banco de Comercio Exterior. Además, el miércoles 5 de noviembre debió apuntalarlo el secretario de Gobernación en el Senado, para al día siguiente perder la votación y escudar tras las estrofas del Himno Nacional, la carencia de argumentos y la insuficiente habilidad política para negociar.
Emilio Gamboa Patrón no sabe leer los signos de los cambios, poco comprende lo enunciado por Tony Judt en Algo va mal: “La <globalización> es una actualización de la fe modernista en la tecnología y la gestión racional que marcó los entusiasmos de las décadas de la posguerra. Al igual que entonces, implícitamente excluye la política como escenario de las decisiones: los sistemas de relaciones económicas los establece la naturaleza… Es más, la expansión económicamente sostenida en sí misma no garantiza ni igualdad ni prosperidad; ni siquiera es una fuente fiable de desarrollo económico”.
En sus declaraciones políticas a la prensa, a la sociedad, traslucen sus denodados esfuerzos por comprender un proyecto al que no comprende, ajeno a su formación educativa y a lo aprendido como ideología al lado de su verdadero mentor, Miguel de la Madrid Hurtado -a quien habrá que revaluar, porque impidió que el país se le deshiciera en las manos.
Está a punto de convertirse en el eslabón débil del proyecto gubernamental de EPN.
QMX/gom