LA COSTUMBRE DEL PODER: Generales inquietos

03 de septiembre de 2012
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Gregorio Ortega

La Procuraduría General de la República dejó de representar los legítimos intereses de la Nación y ser esa aura de legalidad conferida al Poder Ejecutivo, para convertirse, por las acciones de Marisela Morales, en brazo ejecutor de la ira y las venganzas de algunos de los personajes que durante seis años mangonearon el destino de los mexicanos.

En ese ámbito la administración de justicia no canta mal las rancheras, pues el juez designado para obsequiar los intereses políticos de la PGR, está en la obligación profesional y humana de ver lo que a la luz de la razón, la legalidad y su mandato constitucional, no son sino patrañas disfrazadas de averiguación previa; nunca debió dictar el auto de formal prisión, sino otorgar la libertad.

El aserto anterior es ratificado por las declaraciones de los barones de la droga que supuestamente se beneficiaron de la complicidad de los generales, el teniente coronel y el mayor, pues aseguran que no los conocen, nunca los trataron y jamás les entregaron esas millonarias sumas por información.

Sin embargo, los militares continúan en una prisión federal de alta seguridad, sin pruebas en su contra, sin delito comprobable, pero, me dicen militares del entorno de la Secretaría de la Defensa Nacional, no quedarán libres en tanto el fuero militar no haya concluido la manera de probar las acusaciones que les tiene reservadas para ser juzgados por sus pares, con el propósito de que no puedan reciclarse durante el próximo gobierno, con la intención de desacreditarlos, hacerlos polvo, disminuirlos, borrarlos en el ánimo de la sociedad, para que paguen su osadía de pensar, de dar su opinión, de haber dicho que las fuerzas armadas no deben participar en la lucha al crimen organizado.

La prevaricación de los principios y valores en administración y procuración de justicia, el incumplimiento del mandato constitucional no es nuevo. La Biblia relata la manera en que los israelitas rechazaron a los jueces por la monarquía. Es la sociedad la que se traiciona a ella misma.

De las consecuencias de esta discordia gratuita y permanente nos refiere Javier Marías: “… hay quien lleva todas las de perder en su enemistad o en su odio hacia otro, quien carece de poder y de medios para eliminarlo… porque no obstante ese alguien saldrá victorioso a fuerza de tenacidad y falta de escrúpulos y estratagemas y saña y concentración, de no tener más objetivo en la vida que perjudicar a su enemigo, desangrarlo y minarlo y después rematarlo…”

Mañana, alguien se vengará de los vengadores de hoy, a menos de que asesinen a toda la familia del Zar, como hicieron los bolcheviques.

QMex/gom

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