Libros de ayer y hoy
¿Cómo restituir la dignidad a esos mexicanos muertos de hambre? ¿Cómo recuperar su confianza en el gobierno?
Por los niveles de hambre que hay en México, por las muertes que produce, puede pensarse que aquí la democracia es ineficaz y que los gobiernos, con alternancia o sin ella -pero sin transición- son ineficientes, pues lo primero que se pierde cuando se carece de lo elemental para alimentarse, es la dignidad; cuando eso ocurre, se rompe todo vínculo entre sociedad y Estado.
Debido al trabajo periodístico de Roberto González Amador y Fernando Camacho Servín, con información aportada por el Coneval, los lectores de La Jornada pueden enterarse que “uno de cada cinco mexicanos vive con hambre. Es un universo de 22 millones, cifra comparable a la población conjunta de Chihuahua, Jalisco, Guerrero y el Distrito Federal o a la de todos los habitantes del medio rural. Se trata de familias que, aun cuando hagan uso de todo su ingreso para la compra de comida, no pueden adquirir lo indispensable para tener una alimentación adecuada.
“México es la decimocuarta economía del mundo, medida por su PIB. Se ubica, en cambio, en la posición 81 si la valoración se realiza a partir del poder de compra de sus habitantes, de acuerdo con los indicadores de desarrollo mundial 2012, elaborados por el Banco Mundial.
“Sólo dos de cada diez mexicanos no son considerados pobres ni sujetos a alguna carencia relacionada con vivienda, educación, salud y acceso a la seguridad social. El resto, ocho de cada diez, se ubica en un amplio abanico que va desde la falta de algunos alimentos básicos a, definitivamente, no disponer de los medios para alimentarse”.
Lo anterior obliga a meditar en las consideraciones que se hacen los integrantes de las policías comunitarias antes de decidirse a arriesgar la vida, previamente a optar por el pasamontañas, el paliacate o la necesidad de ocultar la identidad. Encuentro una sola respuesta: evitar que sus comunidades sean despojadas de los bienes perecederos que les evitan el hambre, la desnutrición de sus hijos.
La democracia se inicia en cuanto los vínculos entre el Estado, el gobierno y la sociedad están vivos, son vasos comunicantes, establecen compromiso y solidaridad, garantizan respaldo en uno y otro sentido; si esos vínculos desaparecieron a causa del hambre, la democracia sólo es un espejismo, y el gobierno de resultados una promesa incumplida.
Evitar el pesimismo, inducir el restablecimiento de los vínculos entre la sociedad y el Estado es una de las funciones del periodismo, pero qué puede hacerse con las cifras, con la nota de los reporteros, que indica: “el mismo reporte informa que 22 millones de mexicanos -19.4 por ciento de la población- disponen de un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo”.
¿Cómo restituir la dignidad a esos mexicanos muertos de hambre? ¿Cómo recuperar su confianza en el gobierno? ¿Cómo restablecer el vínculo entre sociedad y Estado y gobierno, para que las políticas públicas funcionen, la democracia sea un hecho y la administración de justicia esté por encima de la aplicación de la ley? Son preguntas.
Pensar en que puede hacerse por los métodos tradicionales del quehacer político, como lo lograron Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, es desconocer a los mexicanos de hoy. Quieren justicia, y ésta sólo se obtiene cuando la violencia y la corrupción desaparecen.
QMX/gom