Alfa omega
Allí están las declaraciones de Agustín Carstens en Londres, donde con todo desparpajo se atrevió a asegurar que si existieran olimpiadas financieras, México arrasaría con las medallas de oro en todas las categorías, pero no se atrevió a aclarar en qué pudieran consistir esas competencias, seguramente por temor a mostrar el costo social y político de esa disciplina fiscal, cuyos resultados los españoles empiezan a padecer, mientras los mexicanos llevan 36 años de sacrificios, con y sin alternancia.
Las cifras son elocuentes, proporcionadas por el INEGI y la CEPAL, por consiguiente no están amañadas para desmentir los dichos del presidente constitucional en funciones, quien orondo y desparpajado asegura que, a pesar de que la crisis económica iniciada en 2008 fue para él y sus gobernados como si una elefanta de gran peso les cayera encima, los resultados de su gestión administrativa son dignos de encomio, de registrarse en los libros de historia y de texto de finanzas públicas.
El hecho de que el presidente coma una tuna que él mismo cortó, no quiere decir que sepa cuánto cuestan. A pesar de que el titular del Ejecutivo sostenga que se crearon empleos y la economía va viento en popa, tampoco se atreve a aclarar que se refiere a la macroeconomía, porque de los efectos de sus políticas públicas en los monederos de las amas de casa, en el poder adquisitivo de los salarios, nada puede presumir, porque nada conoce.
¿Hace cuántos años que el matrimonio que habita en Los Pinos dejó de hacerse su propio mandado, comparar precios y calidad de los productos y, además, escuchar las opiniones de los otros compradores? Ni idea tienen de lo que realmente cuentan de ellos en las calles, mucho menos de lo que cuesta comer sanamente, sabroso y con dignidad.
Conversando de esto con mi esposa, ella me refiere a Las mil y una noches, donde la narradora cuenta: “…Abou-Hassán cesó de dar convites y fiestas en su casa, porque no podía disponer de las fincas dejadas por su padre, y desapareció también de su lado aquella especie de corte que lo adulaba bajamente a cambio de los obsequios que recibía.
“Terrible fue el desengaño de Abou-Hassán y muchas las lágrimas que derramó, herido por la negra ingratitud de sus falsos amigos; el infeliz ignoraba que los hombres, por regla general, vuelven la espalda a los pobres y a los desgraciados, por lo mismo que son los que más necesitan de los consuelos divinos de la caridad”.
A partir del dos de diciembre estarán en posibilidades de observar las consecuencias de sus políticas públicas, porque padecerlas, ya nunca.
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