México se la juega en 2025
Carecer de alimento por periodos cortos o largos lleva a la desnutrición; ésta es el detonador de enfermedades que conducen a la muerte.
El presidente de la República decidió perderse en la fiesta de sus propias palabras -con idénticos resultados a la fiesta del Chivo-, en la vacuidad del auto elogio, en la vorágine de una despedida que, además de desacreditarlo como ser humano, devalúa la institución presidencial, lo que es injusto.
Se les llena la boca, al presidente en funciones y a Agustín Carstens, al hablar del blindaje económico, de los resultados de las políticas públicas, pero el primero se excede al auto afirmarse en el seguro popular, en la cobertura universal en salud, cuando la realidad y los informes de sus funcionarios van en sentido contrario a la propaganda diseñada por Alejandra Sota.
Todas las cifras exponen el fracaso económico, de éste cae en cascada todo lo demás.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 ofrece una radiografía precisa del resultado de la política económica, de la manera en que se aplicó el presupuesto que debiera haber garantizado el bienestar de los mexicanos. Así, de sopetón, la sociedad se entera de que la obesidad y el sobrepeso -el grotesco muestrario del fracaso de la política alimentaria- crecieron durante el sexenio: pasó de 41 a 48 millones el número de afectados por ese malestar.
Además, ahora a los políticos les encanta torturar el idioma, deformar el significado de las palabras, con el único objetivo de esconder la realidad, de negarse a ellos mismos sus propios fracasos. Determinaron hablar de inseguridad alimentaria, para negar que en México, hoy, se muera de hambre.
Teresa Shamah Levy, jefa del Departamento de Vigilancia de la Nutrición del Instituto Nacional de Salud Pública, lo explica con detalle a la reportera de Excélsior, Laura Toribio, quien la entrevistó después de hacerse públicos los resultados de la Encuesta Nacional de Salud Pública 2012, donde se da a conocer a los mexicanos que en siete de cada diez hogares de esta nación, se percibe algún grado de inseguridad alimentaria.
En 41.6 por ciento de ellos es leve esa inseguridad, en 17.7 por ciento es moderada, pero en 10.5 por ciento es severa.
Asegura Shamah Levy: “La inseguridad leve manifiesta la preocupación de carecer de alimentos, y entonces los compran más baratos; inseguridad moderada y severa es la percepción que tienen en los hogares de experimentar hambre. En la moderada ya hay una real preocupación por la cantidad de alimentos, hay menos alimentos. En la inseguridad severa se deja de tener un tiempo comida, y es ésta la que más nos debe preocupar”.
Dejémonos de eufemismos. Carecer de alimento por periodos cortos o largos lleva a la desnutrición, ésta es el detonador de múltiples enfermedades que conducen a los pacientes a la muerte.
Que la sociedad no se deja engañar. La cobertura universal en salud es un mito genial, como el salario mínimo. El resultado de las políticas públicas del panismo -como el de la derecha en el resto del mundo- es negativo. Las cifras son implacables: los muertos por violencia y los muertos por hambre sobrepasan cualquier estadística negativa utilizada para desprestigiar a los “despreciados” gobiernos anteriores al panato.
QMX/gom