LA COSTUMBRE DEL PODER: La maldición china

19 de julio de 2012
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8:28
Gregorio Ortega

El presidente constitucional de México -incumplió con su mandato- se regodea en el auto elogio, se le llena la boca cuando cree haber encontrado el lugar común audaz que la sociedad comprará para exonerarlo de su responsabilidad histórica y legal, o supone lograr un acierto con la mentira adecuada para darse confianza a él mismo, a pesar de la maldición china.

Incapaz en el ejercicio de la auto crítica, está lejos de pensar que fueron los mexicanos quienes padecieron durante doce años de gobiernos panistas esa maldición china de la que él habla, que no solamente afincarían la alternancia, sino que serían los propiciatorios para conceptuar e iniciar la tan necesaria transición del modelo político, llave idónea para abrir las puertas al apoyo generalizado de las reformas estructurales, que por su falta de capacidad para negociar y conciliar, por su especial interés en confrontar y dividir, no pudo efectuar, y lo que emprendió le salió mal.

Es momento de que el gobierno cuyo sol declina para perderse en el olvido, presente un corte de caja serio, creíble, verificable, porque ni con mucho puede autocalificarse de presidente del empleo, allí están las cifras del INEGI y del IMSS, mismas que pueden compararse con las de diciembre de 2006.

Piensa el presidente de México que sus gobernados son tontos o ingenuos, y decide que de acuerdo al sapo es la pedrada de la mentira que dirá al auditorio que se dirige, para que se la compren y difundan como una verdad mil veces repetida, como en el caso de los arquitectos e ingenieros, a quienes trató de convencer de que este es el sexenio de la infraestructura, y contento se auto estimula por el puente Baluarte, por ser el más alto del mundo y estar diseñado y construido con técnicas mexicanas, pero es todo, no hay mayor infraestructura, como no fue capaz o no quiso, por sus compromisos con Estados Unidos, construir refinerías, tan necesarias para el desarrollo.

Pero quizá el más grave de sus desaciertos sea el aldabonazo dado a la transparencia y a la reforma constitucional penal, en complicidad con la SCJN, pues aunque ambos Poderes de la Unión promovieron y ensalzaron dichos proyectos políticos, juntos se encargaron de desacreditarlos, como si fuese un ritual suicida contra su credibilidad; todo ocurrió en el salón del Pleno de la Corte, con días de distancia.

El primero de ellos refiere directamente a la opacidad en la administración de justicia, cuando la resolución de la Corte se inclina por dar constitucionalidad a una disposición del artículo 16 del Código Federal de Procedimientos Penales, que autoriza la reserva temporal de 12 años sobre toda información que esté contenida en una averiguación previa. Ni el IFAI podrá abrir esa ostra.

La otra es la que niega la posibilidad de conocer a los beneficiarios de los Créditos Fiscales otorgados por el SAT y con anuencia del Ejecutivo.

Más allá de la maldición china, está no haber sabido gobernar.

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