Teléfono rojo
Se profundizan las contradicciones del presidencialismo mexicano. Amenazan con resquebrajar un modelo político que hace mucho dejó de ser eficaz debido a las complicidades, la corrupción y la impunidad, que deben combatir, sin miramientos, si quieren consolidar el regreso del PRI.
En el futuro próximo y también para la cuenta larga que reconstruye la Historia, el caso de Ricardo y David Monreal será objeto de estudio e incluso emblemático, porque para alargar su agonía el modelo político se vio obligado a proteger y defender un par de sus principales detractores, amparados en el Movimiento Ciudadano, cuando el proyecto de asesinarlos por venganza demuestra que son delincuentes.
Miguel Ángel Osorio Chong y Eugenio Imaz conocen de un intento de asesinato contra David Monreal y, en su defecto, de su hermano Ricardo. Les notifican a las potenciales víctimas, sin siquiera distinguir el significado de los vocablos entre atentado y venganza, y sin trasparentar la información, porque los funcionarios públicos se condujeron con patrones de conducta obsoletos, conscientes de que exhibir a los miembros de la oposición pudiese motivar una percepción negativa del gobierno entre la sociedad, y porque de haber ejecutado a alguno de los dos, Morena habría responsabilizado política e históricamente al PRI.
Empecemos por la distinción semántica: “Atentado puede considerarse como asesinato de una figura política u otro individuo estratégicamente importante. Un asesino por motivos políticos que lleva a cabo el crimen, o su empleador, tiene un motivo ideológico, político o económico, y considera al sujeto víctima como un grave obstáculo para llevar a cabo sus planes.
“Los atentados también pueden dirigirse a personas sin importancia estratégica, como civiles. En esos casos los atentados se realizan, también con fines políticos o ideológicos, como suceso para atraer la atención de los medios, así como para provocar el miedo en la población y tratar de conseguir sus fines mediante la coacción”.
Siempre en Wikipedia, de venganza leemos: “La venganza es el desquite contra una persona o grupo en respuesta a una mala acción percibida. Aunque muchos aspectos de la venganza se asemejan al concepto de justicia, persigue un objetivo más injurioso que reparador: consiste en forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que él infligió, o asegurarse de que esta persona o grupo no volverá a cometer dichos daños otra vez”.
Ya Jesús Murillo Karam permitió entrever que la amenaza a la vida de los hermanos Monreal está lejos de ser atentado. Todo indica que se trata de una venganza. ¿Cómo es posible que con dinero fiscal, producto del trabajo de los mexicanos, se pague el salario de supuestos delincuentes en el Congreso?
Quizá lo que más debiera preocupar es la opacidad con la cual se trata el tema por parte de las autoridades de la Secretaría de Gobernación, que en nada favorecen a su gobierno, porque si efectivamente los legisladores por Zacatecas son unos delincuentes, debe conocerlo la sociedad y están obligados, sus iguales, a hacerles juicio político y separarlos del cargo.
Pero a lo peor lo consideran políticamente incorrecto, aunque las contradicciones del presidencialismo mexicano se profundicen.
QMX/gom