Libros de ayer y hoy
Es posible, y probable en 2018, que con Miguel Ángel Mancera concluyan 21 años de gobierno perredista en el Distrito Federal.
Todos los políticos en busca de un puesto de elección mienten por necesidad, es difícil que lo hagan para regodearse en la perversión, pero los hay. Distorsionan la realidad para adecuarla a sus proyectos, sin la certeza de que podrán cumplir con sus promesas electorales.
Otros mienten porque se la creen, están seguros de ser ellos mismos los artífices de su éxito, sin respaldos ni apoyos que los ayuden a obtenerlo. Son los más peligrosos, porque actúan sin darse cuenta que, sobre ellos, su muy personal Strómboli mueve los hilos, incluidos los de sus sueños políticos más íntimos o más distorsionados.
Tal parece ser el caso de Miguel Ángel Mancera, jaqueado por él mismo desde el inicio de su administración, porque olvidó equiparar el tamaño de sus ambiciones con la estatura de la realidad, y permitió que se corrieran los rumores absurdos -¿o no tanto?- de cargar a la cuenta de sus gobernados el costo del alumbrado público, o incrementar el impuesto predial disfrazado de un cambio en los procedimientos para determinarlo, y hacer a un lado el valor catastral, para imponer el comercial, sin definir siquiera los criterios para determinar cómo y por quienes se establecería dicha tasa impositiva.
Su muy personal titiritero, su Strómboli -Manuel Granados-, decidió acorralarlo para que los gobernadores de los estados de México e Hidalgo se comprometieran, en apariencia, a bajar el costo de los vehículos que deben pagar el impuesto anti constitucional de la tenencia al uso del automóvil, y fijarlo en 250 mil pesos, lo que únicamente él procedió a hacer, mientras en las entidades federativas mencionadas parece que todo permanecerá, pues se percataron de la impopularidad electoral de la medida.
Si todo continúa a ese ritmo y con esas decisiones, es posible que el sexenio de Miguel Ángel Mancera culmine con 21 años de gobiernos perredistas en el Distrito Federal, que de todas maneras quedarán marcados por el sabor a heces fecales de la leche Betty, por los dólares y los pesos de René Bejarano, amarrados con ligas, o con las imágenes del ex tesorero del gobierno del Distrito Federal, Gustavo Ponce, proporcionadas por el Bellagio, donde era cliente asiduo y distinguido, por los niveles de apuesta en sus mesas de juego.
La mala impronta dejada por la administración de Marcelo Ebrard está por determinarse y cuantificarse, pero incluso los aliados naturales del perredismo en esta ciudad, resentirán el peso de la deuda dejada por obras de relumbrón y que no resuelven los problemas urbanos de fondo, como sí se propone hacerlo Miguel Ángel Mancera, con la ampliación al sistema de extracción y transporte de agua para apagar la sed de la ciudad, aunque nada dice de las plantas potabilizadoras de agua que se necesitan, cuando menos para que la agricultura de las entidades colindantes con el Distrito Federal no sea regada con aguas negras.
Tampoco dice esta boca es mía cuando aparecen los reclamos al incremento desproporcionado del impuesto predial, que es superior al 4.5 por ciento anunciado, y en muchos caso va más allá del 20 por ciento.
Por lo pronto, los cadáveres que se ocultaban, hoy se cuentan.
QMX/gom