LA COSTUMBRE DEL PODER: Meade, su otra tarea

12 de diciembre de 2012
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Gregorio Ortega

La responsabilidad del secretario de Relaciones Exteriores es ingrata, pero sabrá responder con creces a la confianza de Felipe Calderón.

El idioma es exacto. Puede tergiversarse, deformarse, mentirse sobre el verdadero significado de una palabra, de un término, de un concepto o una idea, pero al acudir al diccionario se disiparán las dudas.

Mucho se empeñaron los exégetas del gobierno que recién dejó de serlo, en dar a su presidente, Felipe Calderón Hinojosa, una estatura que nunca tuvo, una dimensión en inteligencia y capacidad que nunca alcanzó, como lo muestra su propia conclusión, pues terminó convertido en fellowship de una de las escuelas de la universidad de Harvard, lo que en castellano sólo puede traducirse como becario de investigación.

Incapaz de alcanzar los niveles de inteligencia y de preparación académica de Ernesto Zedillo o Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón Hinojosa se vio obligado a convertirse en becario, para poder ocultarse y huir, para garantizar su seguridad personal y la de su familia, como lo hace patente su reforma de último minuto, para continuar protegido por el Estado Mayor Presidencial.

Los hechos descritos son los que definen y determinan la presencia de José Antonio Meade en la Secretaría de Relaciones Exteriores, cargo que le permitirá saber, antes de su difusión en los medios, las amenazas legales, reales o ficticias, que se ciernan sobre su ex jefe Felipe Calderón, para, con oportunidad, trabajar diplomáticamente en la obtención del beneficio de la inmunidad soberana, en caso de prosperar la denuncia en la Corte Penal Internacional, o de que a algunas organizaciones no gubernamentales, o civiles, o simples víctimas de los abusos del último gobierno panista, decidan llevar a alguna Corte de Estados Unidos, o a Ginebra, una denuncia en contra de los crímenes de guerra por Felipe Calderón cometidos, durante el conflicto interno conceptuado, dirigido y asumido bajo su mando como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas mexicanas.

El agravio a los mexicanos es mayúsculo. No puede tolerarse la impunidad. Sólo recordemos la reflexión de María Zambrano dejada en Persona y democracia: “No hay personaje histórico que no se vea obligado a llevar una máscara. Reciente, apenas pasada, está ante nuestros ojos la visión de las últimas, de las que esperamos sean las últimas.

“Y no hay máscara, personaje enmascarado, que no desate un delirio de persecución. Podría preverse el número de víctimas que a un cierto régimen corresponde, mirando tan sólo la máscara que lo representa… El hombre que no mata en su vida privada, es capaz de hacerlo por razón de Estado… sólo bajo máscara el crimen puede ser ejecutado. El crimen ritual que la historia justifica”.

Ya sabrá, la sociedad, que la otra tarea de José Antonio Meade es encargarse de protegerlo, en caso de que la justicia penal internacional, o la de Estados Unidos pretendan incoar un juicio en contra de Felipe Calderón Hinojosa, que se fue de México con una beca, pero también con una promesa de inmunidad soberana formulada por sus patronos.

Lo anterior es una hipótesis de trabajo, sólo probable si intentan enjuiciar a Felipe Calderón Hinojosa.

QMX/gom