Iglesia, factor de estabilidad social
Claudio X González eligió el vocablo idóneo para referir a la irritación que el poder ejerce en los seres humanos. Si él y sus iguales y representados padecen esa molestia, ¿qué no sentirán los ciudadanos de a pie, cuando el Estado deja sentir el peso del uso legítimo de la violencia?
No se alarmen. La violencia usada por el Estado no se manifiesta únicamente con el uso de las armas, sino también a través de la procuración o administración de justicia. Jesús Reyes Heroles lo definió tal cual: la Secretaría de Gobernación no se nota, se siente. Hoy sucede lo mismo con Hacienda y la SCJN. Tienen poder, dejan huella, que lo digan si no Elba Esther Gordillo, Lydia Cacho, los familiares de las víctimas de la guardería ABC y las víctimas de Atenco, por dejar asentado cómo se manifiestan las ñañaras causadas desde el poder.
Lo que olvida Claudio X González es que los poderes fácticos de las telecomunicaciones causan el mismo efecto en la sociedad que el Estado en ellos. Es momento de que los mangoneadores de la radio, la televisión y la telefonía dejen de imponer gustos, criterios y, además, causar ñañaras entre sus usuarios. Abrir el abanico de opciones para que eso suceda es la puerta de entrada a un cambio, pero falta mucho por recorrer y todavía habrá de verse cuándo es que eso ocurrirá, porque lo que se enfrenta con esta nueva Ley de Telecomunicaciones, es la necesidad de dirimir, de una vez por todas, cuál de las dos concepciones que del futuro de México se han hecho desde el Estado y desde la empresa, es la que prevalecerá.
Hay una realidad incontrovertible: quedó atrás la época en que el Estado era tótem o dios tutelar de una nación. Por lo pronto, hoy su funcionamiento está a revisión, porque la historia deja constancia de que ese Estado que solía funcionar como máquina de relojería, sí se equivoca.
Y más allá. En la lectura de Los atormentados, encuentro una reflexión a través de la cual puede establecerse una analogía de los resultados dejados por las cárceles con los sentimientos impuestos por la disputa entre los poderes fácticos y el Estado: “Winston Churchill dijo una vez que puede juzgarse a una sociedad por la manera que tiene de tratar a los presos. Recordará usted el asunto de Abu Ghraib y lo que estamos haciéndoles a los musulmanes en Irak y en Guantánamo y en Afganistán y donde quiera que decidamos encerrar a aquellos que percibimos como amenaza. La gente pareció sorprenderse, pero bastaba con que mirasen alrededor. A los nuestros les hacemos lo mismo…”
Toda proporción guardada, y una vez analizadas las consecuencias de las parrillas de programación, del talante de los noticiarios o informativos radiofónicos, de la ineficiencia de los servicios telefónicos, de la escasa banda ancha, de las resoluciones de la SCJN, de las secuelas de la procuración de justicia, podrá constatarse que el Estado y los poderes fácticos han tratado a los mexicanos como si fueran de su propiedad, y eso, señores, eso sí causa ñañaras.
Francisco J. Santamaría. Diccionario general de americanismos.- Ñañara. Vulgarismo cubano, por lacra, cicatriz pequeña, rasguño, arañazo.
QMX/gom