
México frente a la era de los líderes autoritarios
Las definiciones de informal e informalidad aportadas por el María Moliner
Al usar el lenguaje para disfrazar la realidad, han hecho de México una nación de indolentes, y de su economía un proyecto informal.
La necesidad de los políticos y economistas para explicar y justificar la realidad, para escamotearla o deformarla, incluso para desinformar, exige de ellos pervertir el significado de las palabras, la deconstrucción del lenguaje, porque están urgidos de adecuarlo a sus requerimientos de control y poder.
Las definiciones de informal e informalidad aportadas por el María Moliner, dan cuenta del tamaño del desaguisado lingüístico y, para peor, del verdadero significado en que se refleja la situación de México y sus gobiernos, desde el momento en que quienes mandan y así lo dispusieron, decidieron hacer uso de esos términos para encubrir una situación real, seguramente conscientes de que también los exhibe a ellos mismos.
De entre lo menos lesivo para la imagen del gobierno y del Estado, el diccionario dice de informal: “Alocado, aturdido, enredador, inconstante, inseguro, insensato, irresponsable, majadero. Falto de seriedad o solemnidad. Lenguaje informal, procedimiento informal”.
Me resulta inexplicable que insistan en adjetivar el comercio en la calle de informal, y a los índices económicos de lo que producen el comercio y el trabajo no regulados, de informales o de economía informal. Continuar con ese criterio sólo significa que desde la cúpula hasta la base la sociedad mexicana -toda- está compuesta por informales, pues es la cabeza la que pone el ejemplo.
Las cifras que avalan la realidad de México proporcionadas por el INEGI, son para quitar el sueño a cualquiera, pues según el Instituto que difunde los datos económicos oficiales, los mexicanos que se ocupan en el <<sector informal de la economía>> aumentaron en septiembre de este año, pues hasta ese mes, tres de cada 10 obtuvieron para el chivo en actividades informales, sin acceso a un salario fijo ni a prestaciones de seguridad social, como atención médica o integración de un fondo de pensiones.
Da cuenta también de que al último mes de septiembre, la población ocupada sumó 48.4 millones de personas, de las cuales 29.35 por ciento, esto es, 14.2 millones de personas, se desempeñaron en las llamadas actividades informales.
Explica que el incremento en el empleo informal, así como en otras medidas de subocupación, permitió que la tasa de desocupación abierta en el país disminuyera en septiembre a 5.01 por ciento de la población económicamente activa, la más baja para un mes de septiembre desde 2009, aunque todavía sin mejorar los niveles previos a la crisis.
Para documentar el optimismo y apostar a los benéficos resultados de la nueva legislación laboral, el Instituto asegura que la población económicamente activa es de 51.5 millones, mientras que la población ocupada -informales, sin ningún tipo de remuneración fija- es de 48.4 millones.
Pero que no se inquiete la sociedad, el lenguaje no se equivoca, por más que insistan en tergiversarlo quienes lo utilizan para matizar una realidad o esconder sus errores: México es un país de informales, porque así lo tolera el gobierno, así conviene a los empresarios -por más que protesten contra la piratería y porque no pagan impuestos-, y porque han hecho un país de indolentes.
QMX/gom