Abanico
¿Qué diseñaron para vincular a la sociedad con el Estado y la familia reasuma sus funciones sociales, los maestros instruyan y prevengan…?
El presidente constitucional de México es jugador audaz, sube la apuesta en los resultados esperados por la instrumentación de sus políticas públicas, principalmente en lo concerniente al combate a la delincuencia organizada. Se inclinó por la decisión lógica, el regreso a lo básico: la prevención.
Acierta EPN porque es cierto que en el combate a la delincuencia organizada, además de con el apoyo de la sofisticación técnica en el armamento o con mayor número de policías y de elementos de las fuerzas armadas, ‘‘ahora le queremos prestar mayor atención’’ a evitar el delito. ‘‘Se trata de corregir lo que hoy lamentablemente estamos viviendo de manera insistente en algunas zonas del país; se trata de revertir estos escenarios, pero también de prevenir para el futuro’’.
Se constata, entonces, que creatividad hay, pero qué implica y a quiénes involucra la prevención.
El tamaño del desafío indica que lograr éxito va más allá de la voluntad presidencial, del diseño de una política pública y el análisis de los diversos escenarios que enfrentará para su total aplicación. La pregunta resulta inaplazable: ¿Qué diseñaron para vincular otra vez a la sociedad con el Estado, con su gobierno, para que la familia reasuma sus funciones sociales, para que los maestros instruyan y prevengan, para que los empresarios creen empleos que eviten a los jóvenes decantarse por la azarosa vida del delincuente? ¿Cuál es el compromiso de las religiones, porque la pederastia es delincuencia íntima y organizada? ¿Qué, para que la sociedad confíe de nueva cuenta en sus instituciones?
EPN está consciente, y para vincular a la sociedad con sus políticas públicas ofrece generar espacios y entornos favorables a una convivencia social pacífica, ordenada, feliz para los ciudadanos, lo que precisamente ayudará a evitar que el día de mañana el crimen organizado se adueñe de la patria.
Estableció metas: llevar a 40 mil el número de escuelas de tiempo completo, impulsar competencias laborales, enseñar valores cívicos o extender la cobertura de la educación media y media superior, combatir la pobreza y el hambre para contribuir a disminuir los factores de riesgo y de reversión de las condiciones sociales, económicas y culturales, ‘‘que propician la violencia y el delito. El uso legítimo de la fuerza institucional es necesario para garantizar el estado de derecho, pero no significa que lo sea todo. Es indispensable dar mayor peso a la prevención del delito’’.
Por lo pronto no alcanzo a ver el diseño de una política de comunicación para que la sociedad, entera, se vincule a la prevención del delito y se comprometa con el Estado, porque antes sólo se basaron en las llamadas anónimas y las recompensas, lo que pretendía hacer de México un país de soplones o, como dirían los franceses, de colaboracionistas con el ejército de ocupación, que en eso convirtió el PAN a las Fuerzas Armadas.
Si restablecen los vínculos entre la sociedad y el Estado, la prevención es el arma letal para la delincuencia organizada, para el narcotráfico.
QMX/gom