LA COSTUMBRE DEL PODER: Refinerías y estulticia

18 de diciembre de 2012
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1:15
Gregorio Ortega

Pensar que incumplir con la construcción de la refinería de Tula, Hidalgo, es un acierto por omisión, es una verdadera estupidez.

Hay analistas políticos, estudiosos de la historia y profesionales de la sociología que encuentran en las analogías la explicación a todas sus dudas, la respuesta a todas sus preguntas, o la justificación a su incompetencia.

Desconozco cuáles son las razones para que Juan E. Pardinas, colaborador de Reforma, considere que “una de las mejores decisiones del sexenio de Felipe Calderón fue una omisión. En 2008, el gobierno federal se comprometió a invertir en una refinería de petróleo. La propuesta era un elefante blanco con capacidad infinita para devorar vastas parcelas del presupuesto federal. Con la capacidad instalada en América del Norte, construir una nueva refinería hubiera sido una de las peores inversiones de dinero público en la historia moderna de México.

“En su afán de administrar la abundancia, Brasil decidió construir la mega refinería de Abreu e Lima, en el estado de Pernambuco. Petrobras tenía un presupuesto inicial 4 mil millones de dólares y esperaba terminar su construcción en el año 2010. Hoy se estima que la refinería estará lista entre los años 2014 y 2016. Los costos del proyecto se han multiplicado por cinco para aproximarse a los 20 mil millones de dólares. Abreu e Lima es la refinería más cara en la historia de la industria petrolera. El gobierno de Felipe Calderón le hizo un enorme servicio a México al incumplir su promesa de edificar una nueva refinería”.

¿Es cierta tal afirmación? Naturalmente que dada la globalización y la integración comercial con América del Norte, la ignorancia, la estulticia o la ceguera, o una combinación de todo ello, lleve a considerar a Juan E. Pardinas que la capacidad de refinación instalada en América del Norte -se empeñó demasiado en no elegir el nombre de Estados Unidos- beneficia a la industria petrolera mexicana y al consumo de gasolinas de los habitantes de esta nación.

Si consideramos que un barril de crudo tiene capacidad para 159 litros, y éste se vende a 100 dólares en condiciones óptimas del mercado, significa que México exporta a .63 dólares el litro de oro negro, que una vez refinado no sólo produce gasolina, diesel u otros carburantes, sino que se convierte en la base para fabricar plásticos y un sinfín de productos que son el valor agregado de esa riqueza nacional.

México importa miles de millones de dólares anuales en gasolinas, mucho más dinero que el costo de una refinería como la que el último gobierno del PAN se negó a construir en Tula, Hidalgo, y cuya amortización se hubiera dado al mismo ritmo en que se redujera la importación de carburantes.

Calificar de acierto por omisión lo que es una estupidez equivale a respaldar esa pifia gubernamental, y en igual situación se coloca quien así lo hace.

Creo que Emilio Lozoya Austin sí lo entiende, lo mismo que deben comprenderlo quienes tienen a su cargo la reforma energética.

QMX/gom

 

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