Juego de ojos
Lo que esperaba -para su persona, su trayectoria y su legítima ambición- Rosario Robles con su regreso a la administración pública y a ese nivel, ya es cosa del pasado. Se le fue con su mal humor, también con su pérdida de control, no pudo evitar que los programas sociales del gobierno federal se convirtiesen, al menos en Veracruz, en punta de lanza de la política clientelar, practicada por todo partido cuando está en el poder.
¿Por qué Sedesol necesita imponer su criterio en la Cruzada Nacional contra el Hambre, por sobre las políticas públicas de desarrollo social del gobierno del Distrito Federal? Ella sabe cómo funcionan y para qué sirven, aunque la diferencia de criterios ideológicos y políticos es sutil, pero importante.
Ese Demonio de Sócrates que se mueve por todos lados, explica: “Hemos presenciado un traspaso continuado de la responsabilidad pública al sector privado sin que ello haya representado ninguna ventaja colectiva evidente. Al contrario de lo que pretenden el mito popular y la teoría económica, la privatización es ineficiente. La mayoría de las cosas que a los gobiernos les ha parecido oportuno traspasar al sector privado estaban dando pérdidas… costaban más proporcionarlos y mantenerlos que los servicios que generan.
“Precisamente por esta razón dichos bienes públicos carecían intrínsecamente de atractivo para los compradores privados a no ser que se ofrecieran con grandes descuentos y, a ellos sí, se les garantizara un subsidio, como ocurre con el servicio de energía eléctrica, donde el servicio doméstico paga más que el industrial…
“La única razón para que los inversores privados estén dispuestos a adquirir bienes públicos que en apariencia son ineficientes es que el Estado reduce o elimina su exposición al riesgo… Y una vez que dejamos de valorar más lo público que lo privado, seguramente estamos abocados a no entender por qué hemos de valorar más la ley (el bien público por excelencia) que la fuerza”.
Es en este contexto que Sedesol decide copiar mal los programas de desarrollo social del gobierno del Distrito Federal, y contra lo que pudiera pensarse, la conocida como “tarjeta para los viejitos” de la ciudad de México es universal, sólo se requiere cumplir la edad necesaria para merecerla y demostrar que se vive aquí; por el contrario, el programa 65 y más es selectivo y de menor cantidad. El supuestamente sectario perredismo universaliza sus programas, mientras el priismo los hace selectivos.
Rosario Robles se equivocó al pensar que encajaría en un proyecto político ajeno a lo que ella quiso ser en la vida como docente y como funcionario público, como política y como persona, lo que de ninguna manera está reñido con la posibilidad de hacerse de un fondo para retiro que le permita olvidarse de lo injusta que la vida y la política son con ella.
Dejemos de lado su vida personal, carece de importancia para lo que pudo hacer como funcionario público; sus antecedentes dejan muy claro que su obra al frente del gobierno del Distrito Federal, breve pero en un momento de transición política fundamental para México, es inexistente.
QMX/gom