México se la juega en 2025
Hubo alternancia, pero olvidaron la transición. Lo anterior puede afirmarse porque el PRI regresó a la cancha para hacer el juego que mejor sabe hacer: adueñarse del balón e imponer su voluntad política, incluso acotado por la ley reglamentaria del Senado, por lo políticamente correcto.
Francisco Garfias debe recordar lo por él escrito en referencia a una frase de Emilio Gamboa Patrón: estoy cansado, Ernesto Cordero se niega a todo. Lejos de ser literal, sólo trato de expresar cuáles eran los problemas reales del líder de la fracción priista en el Senado, las causas por las cuales tropezó debido a que él aprendió a ser legislador desde la oposición. La cuadratura del círculo se le escapó de las manos en cuanto formó parte de los allegados al nuevo grupo del poder, otra vez.
Si la hipótesis anterior se aproxima a la verdad, el senador Gamboa Patrón decidió desplegar todo su ingenio para desprenderse del marcaje personal que Ernesto Cordero tenía sobre su movimiento en la cancha de la legislación, del toma y daca en que se convierte el juego legislativo cuando lo que se disputa es el poder, las comisiones legislativas, pero sobre todo el dinero discrecional que se reparte a manos llenas, por panistas, perredistas, verdes y priistas, de acuerdo a lo establecido en la norma legal.
Naturalmente el análisis puede estar equivocado, pero creo que Emilio Gamboa Patrón -al tercer descolón de Ernesto Cordero- inició una serie de discretos coloquios con Gustavo Madero, para convencerlo de que la actitud de su líder parlamentario en el Senado de la República sólo entorpecía la buena disposición de Acción Nacional asumida al comprometerse en el Pacto por México, poniendo en riesgo la aprobación e instrumentación de las reformas estructurales, incluida la necesaria reforma política, para regresar al presidencialismo mexicano su poder constitucional y restaurar la República, como si el proyecto de la Revolución hubiese sido todo un éxito, pues nada han ofrecido para sustituirlo, sino encimar un hibrido programa económico sobre el modelo constitucional y político diseñado para forjar una nación.
Hoy, como desde 1982, las fuerzas políticas mexicanas debaten sobre el proyecto de nación que ha de sustituir al surgido el cinco de febrero de 1917, pues José López Portillo los alertó con suficiente cinismo y sinceridad, al declarar, con todo desparpajo, que sería el último presidente de la Revolución.
Pero fracasó al creer que sus sucesores construirían pronto un proyecto alternativo, un modelo que condujera a México y a los mexicanos al siglo XXI sin la necesidad de perder su identidad nacional, desmitificar los mitos fundacionales y conservar lo logrado por un proyecto que caducó antes de tiempo debido a dos problemas, también fundacionales: la corrupción y la impunidad.
Hoy, México está lejos de convertirse en Grecia, Chipre, España o Argentina, porque, a pesar de todo, la idiosincrasia, la cultura, esa fuerza que mueve incluso al Congreso de Estados Unidos para pasar de los prolegómenos de la reforma migratoria a su debate, para convertirla en una realidad en 13 años, ha evitado y evita que se pierda la dignidad nacional.
Pero puedo estar equivocado, y a lo peor Gustavo Madero se fue por la libre. El éxito de la estrategia se medirá con los aciertos o tropiezos de Gamboa Patrón. En la fuerza de la razón sobre la voluntad personal.
QMX/gom