
Alfa omega
En México pasó el tiempo de la cacería de brujas y las venganzas políticas; llegó el de la transparencia y la legalidad.
Enorme dilema enfrenta EPN, presidente constitucional. Ha de resolverlo ya, consciente -como lo hizo Tony Judt en su labor de historiador- del daño causado por el silencio, del quebranto de la esperanza.
Ha de resolverlo a pesar del fracaso de la Ley de la Memoria en España, del avasallamiento de la extrema derecha, pues no puede suceder en México lo que ocurrió en Chile con los asesinos de Víctor Jara, llamados a cuentas tres décadas después.
Aseguran columnistas y analistas que, en este gobierno, se estableció la norma no escrita de observar silencio ante las consecuencias del combate a la delincuencia organizada, con el argumento de evitar la apología del delito, pero olvidan que se favorece el rumor.
No más cifras, sostienen. Y como aseveró Manuel Mondragón y Kalb, no quieren una cacería de brujas, incapaces de advertir que no se trata de eso, como sí lo percibió Nikita Jruschov, quien optó por pronunciar el «Discurso secreto» -cuyo nombre oficial es Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias- durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, el 25 de febrero de 1956. Prefirió denunciar los crímenes de Stalin y la represión durante la llamada Gran Purga en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, antes de que la URSS se le deshiciera en las manos.
Lo urgente es el establecimiento de la reconciliación nacional, y para ello, como se consigna en Postguerra: “A diferencia de la memoria, que se confirma y refuerza a sí misma, la historia incita al desencanto con el mundo. En gran medida, lo que puede ofrecerse es desalentador, incluso perturbador, razón por la cual no siempre resulta políticamente prudente esgrimir el pasado como arma arrojadiza con la que golpear y amonestar a un pueblo por sus pecados pasados. Pero la historia sí debe aprenderse y, periódicamente, reaprenderse. En un conocido chiste de la era soviética, un oyente llama a Radio Armenia para hacer una pregunta: <<¿Es posible predecir el futuro?>> Respuesta: <<Sí, no hay problema. Sabemos exactamente cómo será el futuro. Nuestro problema es el pasado, porque siempre está cambiando>>.
“Así es, y no sólo en sociedades totalitarias. En cualquier caso, la rigurosa investigación e interrogación sobre los encontrados pasados, ha sido uno de los éxitos no debidamente reconocidos de la unidad europea en las últimas décadas”.
La reconciliación nacional no será producto del discurso político, de las políticas públicas, de las buenas maneras, de lo políticamente correcto, de los acuerdos y un pacto, de negociaciones cupulares; no, la reconciliación nacional será producto de la memoria, de purgarla sin guardar silencio, para que si no hay sanción legal posible, la sociedad pueda resarcirse por el señalamiento público de quienes actuaron contra ella, a sabiendas del daño causado a la nación, a los hijos y al futuro.
México pasó el tiempo de la cacería de brujas y las venganzas políticas, a los mexicanos les llegó la era de la transparencia y la legalidad, pero puede ocurrir que nada suceda, y todo se diluya en abrazos y sonrisas entre quienes decidieron hacerlo así, porque creen que en la impunidad del pasado reciente, se resuelve la necesidad de reconciliación nacional. No son sinónimos.
QMX/gom