Genio y figura
Luego me cuenta de la enorme disciplina de Ernesto Zedillo, para el trabajo y el deporte. Asegura que los domingos -a menos que una gestión de gobierno se lo impidiera- estaban dedicados a largos paseos en bicicleta, por el rumbo del Ajusco.
“No era fácil seguirle el paso ni garantizar su seguridad. Desplegábamos elementos a lo largo de todo su recorrido, unos en bicicleta, otros estacionados en lugares estratégicos, para ver al señor presidente desde lejos. Siempre fue acompañado de su jefe de Estado Mayor, no podían permitirse otro magnicidio.
“Poco importaba que se rompieran las normas ecológicas del lugar. Por instrucciones del general Roberto Miranda, metíamos Hummers y ambulancia a lugares en apariencia inaccesibles, pero lo primero es lo primero: la vida del señor presidente”.
Lo escuché, lo observé, permití que me repitiera dos, tres veces cual era la rutina, el lugar donde Ernesto Zedillo se detenía, por norma, a beber y comprar dos plátanos a la señora del puesto, con la cual conversaba unos segundos, quizá un minuto.
Conversaciones intrascendentes, me asegura, hasta que en una ocasión la señora se quejó de los delincuentes de la zona; el señor presidente le ofreció poner remedio, lo que ocurrió, de acuerdo a lo narrado por mi interlocutor.
“Pero no es cierto lo del atentado por parte del EPR, desconozco de dónde sacó Liébano Sáenz esa versión; puede comprobarse que no ocurrió, siempre se rinde parte, no encontrará ninguna información en los archivos del Estado Mayor ni de la Secretaría de la Defensa Nacional”, concluye la conversación.
La lección salta a los ojos. La mayoría de los mexicanos da como cierto lo dicho por los presidentes o sus allegados una vez que sus administraciones concluyeron, cuando todo debiera ser tan sencillo como pedir una prueba de que así ocurrió, y recibirla o, al menos, corregir las diversas versiones de lo que se propala como verdades históricas.
Me asalta una duda: ¿recibía esa mujer una retribución por su venta? ¿Era un obsequio de una representante del pueblo a su presidente? Es legítimo cuestionarse, pues a Ernesto Zedillo también se le recuerda por esa respuesta que fue nota en diversos medios de comunicación: No cash.
Es peligroso lo que ocurre. En Tu rostro mañana, Javier Marías pone en boca del protagonista: “De pronto a la gente le fue presentada su propia lengua como enemiga invisible, incontrolable, inesperada e imprevisible: como la peor, la más asesina y la más temible, como un arma espantosa que uno mismo podía poner en funcionamiento… Se alertó a la gente contra su principal forma de comunicación; se nos enemistó con lo que más nos define y más nos une: hablar, contar, decirse, comentar, murmurar, y pasarse información, darse noticias, difamar, calumniar y rumorar…”
Hoy esto tiene que acabar, todo lo que deba saberse, necesita informarse.
QMex/gom