El milagro de la reproducción y la vida.
En la búsqueda de repoblar el sureste de México de guacamayas rojas, debido a su extinción en esa región que hace aproximadamente 70 años estaba habitada por cientos de miles de ellas, surgió el programa de conservación y reproducción de estos ejemplares en cautiverio, el cual gracias al ensayo y error, y a las técnicas vanguardistas es un éxito al lograr un buen número de nacimientos y la sobrevivencia de 617 aves, con una expectativa en cinco años de liberar en la selva de Palenque, 250 guacamayas.
El programa de conservación de la guacamaya roja y su crianza en cautiverio en el parque Xcaret, con 20 años de trabajo y cinco en el de reintroducción, consiste en el desarrollo de un método para el manejo de su reproducción, alimentación y posteriormente su liberación en su hábitat natural, explicó el gerente de Fauna Silvestre, Rodolfo Raigosa Figueras.
Gracias al trabajo intenso “sabemos mucho de cómo manejar a las guacamayas, cómo hacer que se reproduzcan y cuidar su descendencia”; porque el secreto dijo, es darles de comer lo que ellas pueden obtener en vida libre, ya que el cautiverio las estresa, se quitan las plumas y se pelean entre ellas.
Durante una entrevista con Quadratín México, el biólogo del parque Xcaret, explicó que con la idea de contribuir a la conservación de esta especie, en 1993 se empezó con el programa de reproducción en cautiverio de la Guacamaya roja Ara macao, con procedimientos para la determinación de su sexo y para la formación de las primeras parejas. Con ellos, en 1994 se tiene el nacimiento de las primeras seis aves en cautiverio.
Con ese nacimiento empieza un largo esfuerzo para determinar las mejores alternativas para la crianza artificial de los polluelos, y en 1999 con el nacimiento de 22 guacamayas se logró perfeccionar la técnica; desde entonces, aun con bajas densidades tanto de parejas como de nacimientos, se mantuvo un crecimiento.
Pero fue a partir de 2008 que se destinaron recursos para el incremento de las parejas reproductoras establecidas y el nacimiento de un importante número de ejemplares. Fue entonces que se incrementó de 28 a 66 el número de parejas reproductivas y lo que permitió alcanzar 113 nacimientos durante el 2009, de las que quedan vivas 105 guacamayas, con las que en 2011 se obtuvo el Récord Guinness por el mayor número de Guacamayas Rojas criadas en un año.
Para el proceso de reproducción, explica el biólogo Raigosa Figueras, se realiza el sexado pues a simple vista no se sabe a qué sexo pertenece ya que la hembra es igual al macho; para poder diferenciarlas se les hace una pequeña incisión.
Pero no sólo eso, debido a que las guacamayas son “fieles” y extremadamente selectivas para formar parejas, pues una vez que la “encuentran” se mantienen con ella para toda la vida, para buscarles pareja los especialistas deben tomar en cuenta factores genéticos, es decir, no pueden ser hermanas o hijas, y que su madurez sexual la alcanzan entre los tres y cuatro años.
Sin embargo, todo ello no garantiza que pongan huevos fértiles o que “quieran” reproducirse, por eso su manejo y atención es importante para la reproducción. A las parejas de guacamayas hay que darles cuidados como un nido agradable, limpieza, alimentación especial, así como un seguimiento continuo de la salud en que se encuentran.
Una vez que las guacamayas ponen los huevos los tienen que incubar para garantizar el desarrollo de los embriones y llegar a obtener un polluelo. Pueden incubar hasta tres huevos por puesta y les toma alrededor de 24 a 28 días de cuidados continuos.
Después de la incubación los polluelos rompen el cascarón en uno de los primeros esfuerzos de sobrevivencia, ya que les toma hasta dos días para lograrlo.
Como las aves requieren de una alimentación balanceada, los veterinarios procuran darles lo mismo que ellas puedan obtener en vida libre. Las guacamayas cuando son polluelos son alimentados con comida similar a la que los propios padres podrían darles; la papilla es preparada con Gerber, cacahuate molido, vitaminas y minerales, calentada a la temperatura que tiene el buche de la guacamaya madre, 38 grados centígrados.
En cautiverio comen cada tres horas “como bebés”, se les da un cuidado especial hasta los tres meses, de ahí pasan a otra área donde se les cambia la papilla por fruta y alimento más sólido que es lo que van a comer en su etapa adulta; permanecen mes y medio y de ahí se les selecciona, “de acuerdo al carácter de la guacamaya sabemos si son aptas para los programas de vuelo, de percha o de reproducción”, así como para su liberación a su hábitat natural.
En la etapa de crianza, uno de las más críticas considera el biólogo Raigosa Figueras, pues hay que sustituir el cuidado de los padres por el de los veterinarios.
Cuando son juveniles se les ayuda a valerse por sí mismas; en esta etapa se les desarrolla el plumaje y los hábitos de comportamiento. Les toma aproximadamente cinco meses en su entrenamiento, “de acuerdo al carácter de la guacamaya sabemos si son aptas para los programas de vuelo, de percha o de reproducción”, lo que tardará por lo menos tres años más para que pueda reproducir.
Para ser liberadas, explica el gerente de Fauna Silvestre, Rodolfo Raigosa, “se les enseña a ser guacamayas”, porque en cautiverio tienen todos los recursos que necesitan, reciben alimentación y cuidado, pero en vida libre tienen que ser autosuficientes.
Dentro del programa de reproducción, los cuidadores tratan que las especies busquen su propio alimento, por lo que tratan de liberar guacamayas sanas, fuertes, sin enfermedades para garantizar que puedan sobrevivir en la selva, y que no lleven enfermedades, para lo cual las someten a evaluación de ocho posibles padecimientos propias de las aves.
Las expectativas que tienen a corto plazo es liberar 250 aves en cinco años en la selva de Palenque y “estamos trabajando ya con otros programas en otras partes de Chiapas”.
En ese sentido, señaló que los especímenes ya liberados son monitoreados a través de métodos de rastreo, las aves están marcadas en el pico, se les coloca un anillo, un microchip, para saber en dónde están.
En cautiverio una guacamaya puede vivir hasta 80 años, no así en vida libre pues se enfrenta a depredadores naturales.
Las guacamayas que van a liberar requieren ser cuidadas por su padres, incluso las meten a una jaula especial de preliberación. “Ahí lo que tratan es que tengan el menor contacto posible con los humanos, para que se sientan más guacamayas que humanos”.
Para ser liberadas, precisó, deben ser completamente ariscas, que no estén acostumbradas al hombre; “tenemos un protocolo completo, tenemos que checar la genética, eso quiere decir que su información genética sea compatible con las que están en vida libre, tienen que ser sanas”, para que sean autosuficientes para buscar sus propios recursos y poder sobrevivir.
Para lo cual, explicó que liberan guacamayas jóvenes de dos años de vida, las que alcanzarán su reproducción a los tres años de vida, para que a los cuatro estén de regreso en los árboles en busca de una pareja y se puedan reproducir de manera natural en su hábitat.
Rodolfo Raigosa destacó que para ello, liberan 50 por ciento machos, 50 por ciento hembras para que todos en algún momento encuentren una pareja. Aunque no tienen un dato de cuántas sobrevivirán de las liberadas, subrayó que con base en estudios que se han realizado en Honduras, Costa Rica y El Salvador, se sabe que tienen una probabilidad de éxito del 75 por ciento.
La reproducción de la guacamaya roja en cautiverio va viento en popa, así como su liberación en la selva de Palenque, no obstante aún falta mucho por hacer, y para ello el parque Xcaret tiene como reto elaborar un manual para la readaptación, liberación y monitoreo de sobrevivencia para la reintroducción de la guacamaya roja en el Parque Nacional Palenque, Chiapas, y así revertir el riesgo de extinción total en la selva mexicana.
Es por eso que también se tiene el proyectada una campaña de orgullo para mantener y restaurar las selvas de la región basado en el regreso de la especie y dirigido a los habitantes locales y de las selvas tropicales de la región.
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