
Libros de ayer y hoy
Esta semana, el Vaticano ha cambiado su página web oficial. Esta decisión acompaña las primeras modificaciones profundas y visibles del pontificado de León XIV respecto al de su predecesor. Este cambio, a diferencia de los comentarios superficiales que ha propiciado el retorno de la muceta papal y la cruz pectoral, no se trata sólo de modificaciones a la apreciación sino a la resolución de problemáticas concretas de la Santa Sede.
En el ámbito de las organizaciones existe una sensible distinción entre las estrategias orientadas a la comunicación para la percepción o a la comunicación para la acción. Los cambios en la estructura de la “puerta digital” de la Santa Sede en la página oficial del Vaticano responde a la segunda: no se trata de un cambio de representación sino de un signo comunicativo que revela la transformación profunda de una realidad.
La nueva página de la Santa Sede quizá no modifica todo el andamiaje estructural de una de las herramientas de información, búsqueda, contacto y vinculación más consultadas en todo el mundo; pero lo que sí hace es la colocación privilegiada y en proscenio de tres aspectos que parecen, a golpe de vista, sólo un capricho pero cuya selección resuena incluso en los comentarios vertidos durante las congregaciones generales previas al cónclave con el que se eligió al cardenal Robert Prevost como el papa León XIV: reposicionar la investidura papal, el acercamiento popular a las audiencias pontificias semanales y el Óbolo de San Pedro.
En la historia contemporánea, ante sus grandes crisis institucionales, las organizaciones suelen atribuir a su área de comunicación tanto la culpa de las señales de la crisis como la gran responsabilidad de su resolución integral, pronta y expedita. De manera injusta, los servicios comunicativos de las instituciones son acusados de ejercer un alto gasto económico y que su labor no está vinculada a la operatividad útil y concreta del resto de áreas de trabajo. Así, desde un error y prejuicio, son las instancias comunicativas las primeras que sufren los recortes presupuestales y reciben la sospecha de su utilidad institucional. Sin embargo, no se podría estar más equivocado.
La comunicación no sólo produce y divulga información institucionalizada de las organizaciones; también asiste, acompaña y contrasta la propia cultura institucional; revela y agudiza los fallos internos inexplorados por los mecanismos operativos; y finalmente construye y condensa un lenguaje propio y abierto al exterior para revitalizar el sentido de la misión interna para ‘el otro’ y ‘los otros’, para mantener y acoger la autenticidad en su visión y valores ante los desafíos permanentes.
Con el cambio comunicativo, la Iglesia católica en el albor del pontificado de León XIV revela que son tres las principales problemáticas que advierte y quiere atender; y que, además, fueron los propios cardenales durante las congregaciones previas al cónclave quienes las abordaron: La raquítica aportación económica de las diócesis y conferencias episcopales al Óbolo de San Pedro; la bajísima participación de fieles en las Audiencias Pontificias de los miércoles y en el rezo del Ángelus dominical; y un aparente menoscabo a la dimensión mística de la imagen e investidura pontificia.
Los problemas son reales para los cardenales. Efectivamente hay una profunda crisis de cooperación universal a las arcas de la Santa Sede derivada de la suspensión de culto en casi todo el mundo durante el confinamiento y el distanciamiento social del COVID-19, pero que no se ha recuperado a más de tres años de ello. También es evidente y verificable que la asistencia a las audiencias pontificias ha caído dramáticamente (e incluso se vincula este acercamiento nulo a la crisis vocacional religiosa). Y, finalmente, el tema debatible sobre la imagen desacralizada de la investidura pontificia (la cuestión abarca desde el despojo de indumentaria tradicional hasta una de las últimas apariciones de Francisco en la Basílica de San Pedro, en silla de ruedas, camiseta y poncho, como un anciano más).
Es por ello que la nueva estrategia comunicativa del papado de León XIV parece estar orientada a resolver estas problemáticas: facilitando a la feligresía el acceso a los boletos para las audiencias semanales; recordando a las diócesis y conferencias su responsabilidad solidaria con el financiamiento de las obras pontificias; y recuperando una imagen pulcra, correcta y fuerte del nuevo pontífice. Evidentemente son avances orientados a corregir y son señales de que algo dentro de la Santa Sede está cambiando; y ambas realidades merecen un análisis aún más profundo.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe