Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
“Gracias a Dios ya me soltaron, me tenían los policías, los –GATES–, pensaban que era de los malos, pero ya voy para allá, no te preocupes” se escucha en el último audio que mandó Pedro Carrizales El Mijis a su esposa antes de desaparecer.
No fueron pocas las conversaciones que sostuve con él sobre este tipo de temas. En muchas jornadas me comentó sobre lo que padecían sus “carnales”, sus “valedores”, hombres y mujeres que aún tenían en sus cuerpos, las huellas de que habían pertenecido a pandillas.
Él llegó a las calles por la necesidad de pertenecer a un grupo, por sentirse identificado y hay que decirlo, protegido; porque no es lo mismo sobrevivir a la bravura de las calles en soledad, que acompañados, pero muchas veces esas familias de barrio también te condenaban a la delincuencia, y de ahí surgió el Mijis, una persona que conoció lo malo, lo sórdido de las calles y se dedicó a rescatar a muchachos aún temerosos, ansiosos por recuperar su vida.
Hice este preámbulo porque lo más difícil para el Mijis y los muchachos que representa, es que quienes deberían cuidarlos y protegerlos, son sus principales opresores. Todos, sin excepción, han sido víctimas de detenciones ilegales, de ‘levantones’ por parte de la policía, a la gran mayoría se les inventan delitos sólo para extorsionarlos, saben que de llegar a un Ministerio Público corren el riesgo de pasar mucho tiempo en la cárcel.
Así que uno de los principales problemas en el país, sin duda, era y es, la corrupción policíaca, y así es en todo el país, en cada rincón, la placa más humilde o el encargo más poderoso, les cambia su esquema de valores, y se vuelven seres capaces de extorsionar por unos pesos, o por hacerse de plazas.
Los GATES que decía el Mijis en el audio, fueron una fuerza enviada para enfrentar a uno de los cárteles más violentos que han existido, pero una vez terminado el trabajo, muchos se agruparon y se quedaron con la plaza. Así que la división entre buenos y malos, entre delincuentes y servidores honorables, se hace más pequeña.
De acuerdo a datos recientes, el 76 por ciento de los mexicanos no le tienen confianza a la policía y el 80 por ciento asegura que es común que cometan abusos.
Así que en este escenario, qué podemos esperar si a mitad de un camino solitario, unas camionetas oscuras, con hombres armados, nos quiere marcar el alto, sólo para entregar una ‘notificación’ como le pasó recientemente a Lenzo Widmar, un notable miembro de nuestra comunidad.
Lo encajonaron en medio de un camino solitario, con la única finalidad de amedrentarlo. Esto se enmarca porque recientemente se organizó la comunidad para correr a la policía corrupta de Galeana, cuya complicidad con el crimen organizado era evidente; sin embargo hoy, trabajan en el municipio de Nueva Casas Grandes.
Aquí el gran problema es que los mexicanos no confiamos en quienes deberían protegernos, nos orillan a buscar nuestros propios medios de defensa, y uno sin duda es la comunicación y tejer lazos entre ciudadanos. Se demostró cuando los Buscadores de Sonora subieron una publicación a redes sociales pidiendo mayor seguridad para realizar su arduo trabajo de buscar a sus seres queridos.
Mientras desde la Presidencia quieren barrer la casa de arriba para abajo, la policía, que es la base de la pirámide que opera la seguridad en México, sigue más cercana al crimen que a los ciudadanos.
No quiero generalizar, hay honrosas excepciones, hombres y mujeres que a diario dan la vida, como un querido amigo que recientemente partió, y que honró su vida a servir al país. Finalmente quiero mandar un mensaje a mi amigo Pedro Carrizales: Mijis, amigo, los buenos, tus valedores, tus carnales, somos más, y los que no dejaremos de buscarte.