Corrupción: un país de cínicos
Mucho hubieran ahorrado al país, al Congreso y a López Obrador si Alejandro Moreno y su alter ego, Rubén Moreira, le hubieran hecho saber que, derivado del mandato de la elección de 2021, no votarían a favor de una propuesta de reforma constitucional no consensuada en el marco del bloque opositor.
Dos métodos en desencuentro: el del presidente a partir de verdades reveladas. De no creerse que se haya depositado en las ideas y formas de Manuel Bartlett, personaje inaceptable bajo cualquier estándar. Propio del autoritarismo más rampante, en el proyecto se confunde Estado con monopolio público. Ningún espacio racional para la competencia y la concurrencia del sector privado a partir de reglas que dieran certeza y confianza a la inversión; se asumen salvadores del país, al igual que con el fraude patriótico que motivó a Bartlett en sus tiempos de secretario de Gobernación a tergiversar la voluntad democrática en Chihuahua, hace ya cuarenta años.
El otro método es el del chantaje. Así lo hizo el PRI con Fox, anulando toda aportación al desarrollo político con la alternancia. También ocurrió con Calderón. Ahora, sin la mayoría de ese entonces, pero sí con los votos para otorgar al gobierno la mayoría calificada que perdió el presidente en 2021, le resultó atractiva la invitación de sumarse a la mayoría gobernante. Buscaron obtener cargos a cambios de votos legislativos, seguramente Hidalgo y Durango, y para ello volvieron irreductible su exigencia de discutir la iniciativa presidencial después de los resultados de la elección.
López Obrador exigió que el proyecto diseñado por Manuel Bartlett se discutiera previo a la elección, anulando la expectativa de la cúpula del PRI. La respuesta fue airada y determinó que el Consejo Político Nacional, la máxima autoridad permanente, mandatara a los legisladores tricolores votar contra el proyecto presidencial. Con ello, el PRI regresó al bloque opositor, negando cualquier posibilidad de que la contrarreforma eléctrica prosperara. Como también sucederá con la contrarreforma electoral.
Efectivamente, mucho se hubiera evitado si desde que el presidente insinuó iría por los votos de los priistas, Alejandro Moreno hubiera aclarado que toda propuesta del gobierno habría de negociarse en el marco del bloque opositor, como corresponde si hubiera un sentido de lealtad de los dirigentes del PRI, particularmente de Rubén Moreira, quien ve alejarse la expectativa de ganar Hidalgo, elección en la que Morena lleva una clara ventaja.
El diputado del PT Gerardo Fernández Noroña presume que la oposición está entregando la presidencia por no someterse a la voluntad de López Obrador. Singular manera de entender la competencia política. Lo que revela es que de eso se trata y ello explica que el Presidente haya resuelto no negociar ni una coma de su proyecto de reforma. Se trata de votos y de elecciones, el interés del país no importa.
Igualmente, anecdótico y absurdo hacer un caso de la participación de Margarita Zavala en la deliberación. Si la Suprema Corte de Justicia habilitó a la ministra ponente en la votación sobre la constitucionalidad de la Ley de la Industria Eléctrica, con mayor razón resulta improcedente impedir a una legisladora cumplir con el mandato que la llevó a la representación popular.
El presidente vivió la tercera derrota en poco más de una semana. En este caso, su origen es la elección de 2021, 223 votos de rechazo. El camino para el cambio constitucional obligadamente transitaba por el acuerdo con la oposición. Primero, intento facturarla convocando al PRI al acuerdo y, después, a un sometimiento total, sin concesión que importara al opositor ni inclusión de las deliberaciones que desarrolló el Congreso en el llamado parlamento abierto. Al menos ahora resulta claro que a López Obrador solo le queda la colonización del INE. Para bien del país su desaparición se aleja del horizonte.