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Escenario político
Tlatelolco
«Llovió y relampagueó y tronó aquella tarde y hasta media noche cayó mucha más agua que otras veces”, dice Bernal Díaz del Castillo al hablar de la derrota final que sufrieron los mexicas el 13 de agosto de 1521. Y es que el cielo de Anáhuac lloró el derrumbe del Imperio Azteca.
Tlatelolco, la ciudad gemela de Tenochtitlán y principal centro comercial y estratégico prehispánico tuvo un importante papel en la vida de Triple Alianza (Tlatelolco-Tenochtitlán-Texcoco).
Sahagún externa expresiones que dice salieron de los labios de los vencidos:
“En ese tiempo los mexica-tenochcas, vinieron a refugiarse a Tlatelolco.
“Era general el llanto, lloraban con grandes gritos; lágrimas y llanto escurren de los ojos mujeriles.
“Muchos maridos buscan a sus mujeres. Unos llevan en los hombros a sus hijos pequeñitos.
“El tiempo en que abandonaron la ciudad fue un sólo día. Pero los de Tlatelolco se encaminaron a Tenochtitlan para seguir la batalla.
“Fue cuando Pedro de Alvarado se Lanzó con Iliax (Punta de Alisos) que es el rumbo de Nunohualco, pero nada pudo hacer.
“Era como si se arrojara contra una roca: porque los de Tlatelolco eran hombres muy valientes”.
Los mismos informantes agregan que cuando se bajó el escudo, con lo cual los aztecas quedaron derrotados fue: signo del año: 3 casa; día del calendario mágico: 1 serpiente.
En las relaciones anónimas de Tlatelolco se explica la caída y la lucha, que hasta el último momento los mexicanos sostuvieron en la forma siguiente:
“Fue cuando quedó vencido en Tlatelolco, el gran Tigre, el gran Águila, el gran guerrero. Con esto dio su final conclusión la batalla. Fue cuando también lucharon y batallaron las mujeres de Tlatelolco lanzando sus dardos. Dieron golpes a los invasores; llevaban puestas insignias de guerra; las tenían puestas. Sus faldellines arremangados, los alzaron para arriba de sus piernas para poder perseguir a los enemigos”.
Fue también cuando Cuauhtémoc, al caer en manos del invasor Hernán Cortés le dijo: “Señor Malinche: ya he hecho lo que estoy obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más, y pues vengo por la fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cinta y mátame luego con él”. Bernal Díaz del Castillo tachó del original de su obra “Historia verdadera de la conquista de la nueva España”, este párrafo: “…Y el mismo Guatemuz le iba echar mano del”.
Tlatelolco fue fundada en los últimos años del siglo XIII o primeros del XIV. Floreció sobre un pequeño islote que emergía de la laguna de Texcoco, permaneciendo, durante casi todo un siglo, sometido a la señoría de Azcapotzalco, a cuyo rey debían rendir tributo y servicios. Sobre su fundación solamente existe un dato que nos proporciona López de Gómara, que en sus crónicas dice que “Tlatelulco se reputa más antiguo que Tenochtitlan…ciudad vecina y gemela que fue fundada alrededor del año de 1325”
México-Tenochtitlan absorbió a Tlatelolco, debido a la guerra religiosa que surgió según George C. Vaillant, por la rivalidad que nació cuando “ambas ciudades compitieron en la construcción de sus templos a Huitzilopochtli”. Anteriormente, los intereses políticos y económicos de Tenochtitlan y Tlatelolco nunca fueron motivo de diferencias entre las dos ciudades gemelas de Anáhuac.
Tlatelolco, a la llegada de los españoles era el centro comercial más importante del Nuevo Mundo. Su mercado fue motivo de admiración para los conquistadores por la intensa actividad del mismo y por el “orden y comedimiento” que había en él.
Toda la grandeza del antiguo México cayó en Tlatelolco y bajo la espada de un invasor fanático y bárbaro. Varios fueron los presagios que anunciaron la caída de México-Tenochtitlán, entre ellos el que dio origen a la leyenda de “La Llorona”, que posteriormente se adjudicaron los colonizadores, y de la que se formaron diversas versiones.
Según los informantes de Sahagún, “muchas veces se oía una mujer que lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
–¡Hijitos míos, ya tenemos que irnos lejos!
Otras veces clamaba:
–Hijitos míos ¿a dónde os llevaré?”
Hoy, en la plaza de las Tres Culturas, nos enfrentamos a nuestra historia; historia escrita con la sangre de muchos.
Queda en ese lugar el recuerdo de un imperio heroico, base de nuestra actual raza criolla, ahora con un futuro más incierto que el que se le presentó el 13 de agosto de 1521.