Visión financiera/Georgina Howard
Freud
Convalecencias de Octavio Raziel
La hermana de Freud
Freud canjea la vida de Jofi su perro por la de Adolphine.
La vida pone a prueba cada día nuestra supervivencia. En ocasiones nos obliga a anteponer acciones, primacías. Durante una de mis primeras comisiones profesionales tuve que visitar una zona minera en el estado de Guanajuato. Aproveché para llevar a una amiga que se ofreció amablemente a servir de acompañante. Al término de las inspecciones, mientras ella admiraba el paisaje, absorto en mis prioridades de trabajo, abordé el auto y arranqué. Hasta mucho después dime cuenta de que algo faltaba a mi lado.
Las prioridades llevan al mundo de lo absurdo como es el caso del asno de Buridán del teólogo Guillermo de Ockham (1300-1358) que ejemplifica con el borrico que no sabe elegir entre dos montones de heno y muere de hambre a causa de ello.
En 1938, Sigmund Freud obtiene un salvoconducto múltiple que le permitió huir del nazismo. En el paquete, de dieciséis nombres, incluyó el de su cuñada, su médico, su camarero, su esposa (en ese orden de prioridades) sus criadas y, al final de la lista, a Jofi, su perro; pero no a sus hermanas que fueron enviadas a las cámaras de la muerte.
El tema podría haber dado para un magnífico texto, una novela coherente, bien llevada. Sin embargo, La hermana de Freud se encauza hacia el psicoanálisis y temas relacionados con los descubrimientos del científico vienés. Quienes están vinculados al mundo de las terapias el texto podría ser bueno.
La novela, de Goce Smilevski -leída completa por disciplina- tiene un buen comienzo sobre la razón de la sinrazón del porqué deja a las hermanas en manos de sus asesinos; que finalmente nunca logra explicar; y la infancia de los hijos e hijas en la familia Freud en el esplendor cultural de la Viena de principios del pasado siglo. La cercanía de la pequeña Adolphine con Sigmund y su rompimiento prematuro, así como el maltrato, sin descanso, de la madre hacia la chica contra la que descarga toda su ira, venganza que nunca logra dilucidar la hija, es tema central. En la novela se pierde la pista de la joven judía cuando acompaña a sus hermanas en los trenes de la muerte.
Sobre la vida sentimental de Sigmund, el macedonio muestra a un hombre que trata con desinterés a su esposa Martha, en tanto que su verdadero amor es su cuñada Minna, con la que viaja a todas partes y con la que, al parecer, tuvo relaciones todo el tiempo. El texto nos permite imaginar al psicoanalista engañando a su esposa con su cuñada, y con cocaína de por medio.
La obra (277 pp) muestra a Adolphine como una chica amable, sensible; con una gran fortaleza personal y capacidad de recuperación frente a los momentos aciagos de la vida.
Para los legos en el psicoanálisis, en la búsqueda del yo y del subconsciente, el escritor macedonio hace un extenso recorrido por esta ciencia y luego, al describir el psiquiátrico El Nido, a donde va a parar Adolphine, se aborda el tema de la locura con amplias explicaciones. Todas las personas normales son normales de la misma forma, mientras que cada loco lo es a su manera, decía Sigmund. Para los entusiastas al mundo de las terapias podría ser un buen tema.
Según Freud las tres grandes revoluciones del conocimiento humano fueron la de Copérnico, al demostrar que la Tierra no es el centro del Universo; la de Darwin, al exponer que el hombre no es creación divina; y la tercera es mi descubrimiento del inconsciente, dijo.
La vida de la protagónica de la novela y de su hermano está rodeada de tragedias: los suicidios de varios primos y de una tía, además de la muerte de otros en el frente de guerra y, finalmente, el cáncer de boca del psicoanalista. Todo eso fortalece a la muchacha, primero en el psiquiátrico y luego, durante su estancia en las prisiones nazis.
La redacción deja mucho que desear pues se repiten temas completos y otros errores son una constante. Ofrezcamos el beneficio de la duda y pensemos que son fallas de traducción o ausencia de un corrector de estilo.
Debo rematar esta pequeña reseña acotando que la amiga que olvidé en las minas de Guanajuato no aceptó una disculpa por mi pequeño descuido.