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Libros de ayer y hoy
Todavía faltaba el juicio de la historia
La semana pasada fuimos testigos de imágenes y momentos históricos durante la toma de protesta de los legisladores, diputados federales y senadores de la República, en sus respectivos recintos parlamentarios.
La izquierda no sólo obtuvo la Presidencia de México, también detenta las fracciones parlamentarias mayoritarias tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República, lo que le permitió acceder a la presidencia de la Mesa Directiva en ambas cámaras. Con 247 diputados de las 500 curules, morena está a tan sólo 4 escaños de ser mayoría absoluta y podría presidir entonces la Junta de Coordinación Política durante toda la legislatura.
A quienes seguimos el curso del desarrollo político de Andrés Manuel, no deja de sorprendernos el respaldo social que ha conseguido hacia su proyecto, manifestado con la mayoría obtenida en el Poder Legislativo. Parecen tan lejanos esos años donde la izquierda a pesar de representar una considerable fuerza en la movilización social, no tenía el mismo peso en el legislativo, donde era vulgarmente “mayoriteada” sin necesidad de vencerla en el debate.
El 7 de abril del 2005 fue votado en el Palacio Legislativo de San Lázaro, el dictamen que daba paso al desafuero de López Obrador. Por la mañana frente a cientos de miles de simpatizantes en el Zócalo de la Ciudad de México, Andrés Manuel explicó que la razón de la persecución de la que era objeto tenía como finalidad sacar su nombre de la boleta presidencial en 2006, y calificó el hecho como un retroceso a las conquistas democráticas.
Ante el grito: “No estás solo” coreado por sus simpatizantes, les reconoció su apoyo, y les pidió que no le acompañaran a San Lázaro (para evitar cualquier incidente con la Policía Federal, la crispación política en esos días era muy alta), pues representaban un movimiento pacífico, y a la vez tenía también la responsabilidad de ser Jefe de Gobierno. Se despidió con la icónica frase “Los quiero, desaforadamente”.
Una vez en San Lázaro frente al pleno, López Obrador expresó un discurso preclaro en el que enunció el motivo de su desafuero, la cancelación de sus derechos políticos obedecía a lo que él junto a millones de mexicanos podría representar para el futuro del país. Era el deseo de detener al movimiento de transformación nacional capaz de establecer una nueva legalidad, una nueva política, una nueva economía, una patria para todos.
Remató ese histórico discurso con una sentencia: “Ustedes me van a juzgar, pero no olviden que todavía falta que a ustedes y a mí nos juzgue la historia”. Trece años después, aquel juicio de la historia (al menos una parte de él) llegó con la fuerza de un tsunami de más de 30 millones de votos que hizo consonancia entre una mayoría popular y la obtención de espacios de poder político.
El triunfo electoral de la izquierda encabezada por López Obrador fue vencedor en 31 entidades en la elección presidencial, 5 gobiernos estatales, incluida la ciudad de México y fracciones mayoritarias en 19 congresos locales, sin embargo, una de las victorias más significativas es la obtenida en el Congreso de la Unión que como nunca antes es reflejo de la mayoría social que respalda a Andrés Manuel, y que con orgullo afirma: “Es un honor, estar con obrador”.