Frente a la guerra/Felipe de J. Monroy
De las madres
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Javier Valdez Cárdenas, enésimo periodista asesinado. Allá en Culiacán, Sinaloa. A pleno día. Con infinita tristeza, nos atrevemos a preguntar a nuestras “autoridades”: Ahora, quién sigue. Mejor algo gratificante, como leer a la escritora Rosa María Campos. Se refiere como progenitora a la madre.
“Diez de Mayo” nos recuerda que nacimos de mujer, en cuyo vientre se desarrolló el vehículo que ocuparíamos para vivir en este planeta… que durante nueve meses ella nos nutrió de alimento, oxígeno y emociones, que nos dejarían marcados para el resto de nuestros días.
También esta fecha nos hace conscientes de que, antes de nacer, creamos lazos tan fuertes con nuestra madre que ni la muerte logra disolverlos. El Día de las Madre además propicia reconsiderar el apabullamiento de las mujeres bombardeadas de imágenes del gran padre, activo, racional.
Este apuntala sin discreción a la sociedad patriarcal que representan estadistas misóginos discriminadores, controladores, abusivos, dominantes, mentirosos, prepotentes, dictadores, ciegos ante un mundo urgido de oxigenarse con un nuevo sistema de colaboración solidaria.
De conexión en vez de jerarquía, con prioridad en los valores femeninos: cariño, no violencia, compasión, conexión, gestación, para sanar el desequilibrio psicológico creado por la hegemonía masculina, que colapsa nuestro planeta. El único, que tenemos.
Identificarse con un aspecto particular de nuestra naturaleza es reducir y limitar nuestra personalidad. La maternidad es universal y los hombres también tienen su parte maternal que da a luz y crea.
“Todos somos madres, todos gestamos y procreamos nuestro mundo actual y venidero”. Habla también de la «Madre Prehispánica. Y sostiene Rosa María que “nuestros” prehispánicos rendían tributo a las embarazadas.
En su honor moldeaban esculturas de oro y plata, que las mostraban como representantes de la Gran Madre, la fuerza creadora todopoderosa, dominante sobre el hombre, la vida y la muerte.
La gran Madre encarnaba el deseo humano de fertilidad. Era el cielo, el sol, la luna; diosa de la salud, curación, amor, guerra, victoria y sabiduría. Proveedora y educadora. Defensora de la tierra, árboles y animales. La guardiana de las tradiciones que heredarían los hijos.
El festejo para la madre mexica se realizaba en primavera, en el Cerro del Tepeyac, dónde se honraba a la madre Tonantzin; cuyo nombre significa «nuestra madre venerable». To «nuestra», Nan(a)- «mamá» Tzin «reverencia, cariño».
En Tonantzin, los aztecas reconocían a la representante de la energía femenina emanada por el espíritu creador. Ella era su diosa madre de las divinidades, de los rostros y los corazones humanos. La que abría las ventanas de oportunidad a niveles de información para que los aztecas cumplieran su misión en la tierra y descubrieran las frecuencias de luz, y elevar su programa de ascensión.
Homenajear a Tonantzin era celebrar la vida en un acto de comunión cósmica y de reconocimiento a su propia madre. Tonantzin, «La Madrecita», tenía por atributo la vida que ella concedía. Era fuerte, guerra y al mismo tiempo la muerte.
La veneración a Tonantzin nos da luz de la importancia de la madre en México, siempre honrada y venerada como lo fue Coyolxauhqui, Diosa De Los Cascabeles, representante de la luna y madre de Huitzilopochtli, el Dios «Colibrí del sur». Recuerda la escritora en su periplo evocar que Madre, solo hay una. Y así lo justifica: “A la que nos amó antes de conocernos». Los homenajes a las madres se pierden en la noche de los tiempos.
La escritora y pedagoga empezará con Rhea, Diosa de la Fecundidad en la Antigua Grecia, a quién se honraba en primavera, por ser madre de Zeus (Júpiter), dios del cielo, Poseidón (Neptuno), dios del mar y Hades (Plutón), dios del inframundo, las sombras y la niebla. Damos un salto al siglo XVII en Inglaterra, cuando los anglicanos instituyen un día específico para venerar, con misas y ofrendas, a la Virgen María y además regalar deliciosas tortas de trigo y frutas a las madres de aquella época. Festividad asentada el cuarto domingo de Mayo como “El domingo para servir a la madre.
En Estados Unidos al año 1872, surge el primer intento oficial para festejar a las madres, por iniciativa de la activista Julia Ward Howe. Pero no trascienden las peticiones de Julia hasta que otra activista aparece en escena: Anna Marie Jarvis.
Anna al morir su madre decide realizar un homenaje nacional a su progenitora, quien vivió para servir a los demás: “Las madres son importantes para todos: a fin de cuentas, ¿dónde estaríamos si no fuera por ellas? Enérgica, segura, Ana escribe a religiosos, políticos, abogados y otras personalidades, para solicitar impulsen su proyecto y lo logra.
En 1910 en casi todo el territorio norteamericano se festeja a las madres en el segundo domingo de mayo, aniversario luctuoso de su madre y Anna Marie Jarvis se convierte en “La Madre del Día de las Madres”. Cuatro años más tarde, el presidente norteamericano Woodrow Wilson firmó la petición que proclamaba el Día de las madres como fiesta nacional, a celebrarse el segundo domingo del mes de mayo.
Esta celebración se asienta en 40 países, entre ellos: Nicaragua, el 30 de mayo, Argentina, el tercer domingo de octubre y en México el 10 de Mayo. Esta fecha inspiró a la doctora Martha Acevedo, para escribir un libro que registra los datos históricos que dieron como resultado la celebración del día de la madre en México. “En 1922, escribe la doctora Acevedo, surgió la propuesta por parte de Rafael Alducín, entonces dueño del periódico Excélsior, quién fue secundado por el secretario de Educación de la época, José Vasconcelos, para que se estableciera un día oficial de reconocimiento a las madres mexicanas. Sin embargo, a decir de las feministas, esta celebración tuvo como verdadera intención acallar las voces de cientos de mujeres que se manifestaban en el sureste mexicano. Exigían su derecho a la educación y a la fecundidad regulada.
En 1932, diez años después de haberse institucionalizado el día de las madres, Alducín continúa su campaña periodística para edificar un monumento a la madre.
El presidente caballero, así se le conocía a Manuel Ávila Camacho, puso la primera piedra. Años después otro presidente Adolfo López Mateos inauguró el monumento con una placa conmemorativa que decía: A la que nos amó antes de conocernos. [email protected]
Interesantes, en verdad, querida y fraterna amiga.