Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
El valor de la esperanza
En la vida muchas veces perdemos la paz cuando nos peleamos con alguien o guardamos rencores. Perdemos el amor, cuando dejamos que sentimientos de odio entren en nuestra vida. Perdemos nuestra fe al sentir que las cosas no van como esperábamos.
Pero hay una cosa que nunca, por ningún motivo, debemos perder. Para ello te platicamos una pequeña historia que te mostrará el valor de la esperanza:
Cuatro velas parpadearon en la oscuridad. Eran la única fuente de sonido y luz, lo contrario al silencio y al negro abismo. Que hoy flagela al mundo.
La primera vela anuncio: “¡Estoy en paz! ¿Pero cómo puedo permanecer encendida cuando el mundo está lleno de guerra, muerte y destrucción?” Y la paz se agotó silenciosamente.
La segunda vela declaró: “¡Soy la Fe! Pero, ¿Puedo seguir prendida cuando las personas prescinden de mi como si fuera basura?” Y la fe se apagó al instante, después de una repentina ráfaga de viento.
La tercera vela dijo tristemente: “¡Soy amor! Y preguntó: ¿Puedo permanecer iluminada cuando las personas me echan a un lado y piensan que pueden vivir sin mí?” Y el amor se fue en una nube de humo.
Momentos después, un niño emergió de la obscuridad. Y al ver a las tres llamas de la virtud extinguidas, comenzó a llorar.
“¿Por qué no arden?”, sollozó. “¡se supone que sus llamas deben parpadear hasta el último momento!”, reflexionó, pese a su corta edad. De pronto escuchó:
“No temas, pequeño. ¡Soy la esperanza!”. Exclamó la cuarta vela. “Puedes usarme para devolverle la luz a los demás”.
La expresión del niño cambió. Sus ojos comenzaron a brillar, al darse cuenta que él podría encender de nuevo, con la esperanza, la paz, la fe y el amor.
Mientras que el amor es la virtud más hermosa de todas, es la llama de la esperanza la que debería parpadear y brillar siempre a través de los días más obscuros de tu vida.
Porque sólo con esperanza puede haber paz, fe y amor.
Y con éste último, sobre todo, tranquilidad.
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