Teléfono rojo/José Ureña
¿Y la tolerancia?
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Después de haber escrito sobre la avaricia y la intolerancia, hoy hablemos de la tolerancia. Es indudable que la tolerancia, considerada en la actualidad como uno de los valores morales primordiales del hombre, seguramente debió estar presente desde los albores del género humano. Valor estructurado desde luego en la conciencia del individuo como un mecanismo de defensa.
De otra forma, si el hombre hubiera sido inflexible ante los demás, la humanidad se habría extinguido inexorablemente. Es indudable que la tolerancia siempre fue utilizada primordialmente por el área afectiva para evitar los conflictos grandes o pequeños que surgieron entre los pueblos o entre las personas en particular.
Nos asistimos del ilustre Fernando Calderón Ramírez de Aguilar, para abundar en el tema. Nuestra charla fue de conocimientos. Que aquí exponemos: La palabra tolerancia proviene del latín tolerantia que significa quien puede aguantar, soportar o aceptar.
El diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española la define como “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. El término se usa también desde otros sentidos, como el biológico, el económico, etcétera.
La tolerancia lleva a reconocer las diferencias inherentes a la naturaleza humana, a la diversidad de las culturas y religiones o de las maneras de ser o de actuar en forma coherente.
La tolerancia es una actitud fundamental para la vida en sociedad, pero siempre debe tener un límite. Cuando se traspasan los acuerdos o las leyes que son las grandes mediadoras en los conflictos, tiene que venir forzosamente el castigo para lograr que los individuos, los pueblos o las naciones entren en razón ante una intolerancia manifiesta.
Coincide don Fernando cuando aduce que no todos los individuos están capacitados para ser tolerantes ya que, irremediablemente, la tolerancia depende de la capacidad biopsicosocial del hombre para ejercerla. (Decíamos ayer con doña Rosa Chávez Cárdenas que en nuestro entorno, la intolerancia se observa con mucha frecuencia dada la evolución tan vertiginosa que ha tenido la sociedad moderna, en donde todo cambia con una rapidez asombrosa y esto conduce a una situación de intolerancia).
Así, vemos cómo el conflicto surge de inmediato con consecuencias que pueden ser leves o muy graves. Helen Keller ha dicho con mucha sabiduría que la mejor consecuencia de la educación es la tolerancia.
Las mentalidades individuales evolucionan mucho más rápido que las leyes y ello provoca un desfase entre la moral social, convenida implícita y colectivamente, y las leyes civiles. La historia muestra que desde el siglo XVIII algunos de la ilustración como Anne-Robert Jacques Turgot (1727–1781), señalaron la relación que existe entre una actitud de tolerancia y el progreso de los pueblos, ya que éste sólo se desarrolla en un marco adecuado de respeto y proliferación de ideas divergentes.
Uno de los mejores ejemplos se encuentra en la Carta sobre la Tolerancia de John Locke (1689-1690). Locke, uno de los más influyentes pensadores del Siglo de las Luces, conocido como el padre del liberalismo clásico, fue un gran filósofo médico de corriente empirista, y el primero en definir el yo como una continuidad de la conciencia.
Y su homólogo Calderón Ramírez de Aguilar que en la Carta advierte que al criticar ciertas estructuras políticas y sociales se debe establecer obligadamente el imperio de la tolerancia.
Sus tesis se basaron principalmente en el análisis de la relación entre Iglesia y Estado, y la libertad y tolerancia que deben existir. Claude Lévi-Strauss en sus publicaciones sobre Raza e historia (1952) y Raza y cultura (1983) advierte de la necesidad de una amplia tolerancia para poder lograr el progreso y menciona que éste nunca será absoluto.
El gran François-Marie Arouet (Voltaire, 1694-1778) filosofo del ala radical de la Ilustración Francesa, con su famosa frase “yo puedo no estar de acuerdo contigo, pero te dejo que lo hagas por respeto a las diferencias”, mostró al mundo su pensamiento vital sobre la tolerancia.
Incluso en 1728 escribió un famoso poema épico sobre la tolerancia (La Henriada), en donde critica el fanatismo y sus nefastas consecuencias, y pone como ejemplo el caso de la persecución del comerciante Jean Calas, a quién se le considera un símbolo de la persecución por intolerancia religiosa.
Voltaire hace énfasis en la intolerancia y afirma que ésta se opone a cuanto de racional hay en el hombre y que nos acerca a las fieras. Asimismo, varios de sus cuentos hablan a favor de la tolerancia. A veces, da la impresión de completar lo expuesto por Locke.
Una de las mejores defensas de la tolerancia y la libertad del pensamiento la hace John Stuart Mill en su famoso escrito Sobre la libertad, que saca a la luz en 1859.
Algunos autores comentan que supera con mucho las ideas sobre la tolerancia que le habían precedido. Sin embargo, esta opinión hay que tomarla con cierta cautela.
Una de sus tesis fundamentales es que debe existir una libertad del pensamiento, y se opone a cualquier tipo de censura por parte del Estado, ya que esto va contra el progreso. Menciona que en sí, la tolerancia nunca se opone al progreso y que el Estado y sus instituciones deben practicarla siempre, ya que asegura el camino hacia la verdad, y que la tolerancia se debe poner en práctica invariablemente. Siempre y cuando no lesione los intereses justos de terceros.
Es importante comentar un aspecto que se ha empezado a utilizar en la época moderna, como si fuera algo nuevo sin serlo. La experiencia crucial está en la Ciudad de México en donde un funcionario se le ocurrió la brillante idea de llamar y traer al alcalde de una ciudad de Norteamérica, para aplicar un sistema que traía como gran novedad y que le titulaba pomposamente tolerancia cero, pagándose miles de dólares por que explicara su brillante idea y cuales habían sido sus resultados.
Eso desde un punto de vista fue una aberración sobre todo en el aspecto social ya que se cae así en la más vil intolerancia y se pierde todo el concepto de negociación que puede darse entre gobernantes y gobernados.
Durante su vida, el hombre siempre encontrará intolerancia, ya sea por abuso de poder, venganza, intereses mezquinos, envidia, o competencia tramposa para ganar o mantener puestos de trabajo. Pero siempre deberá tener la calidad humana para manejarla en forma pertinente y no caer en la trampa.
Y ya para concluir queda, en concreto, que la tolerancia debe existir en la mente de los hombres y prepararse para practicarla, siempre y cuando no lesione intereses de la nación o en forma injusta los de terceros. Es ahí es en donde intervienen en forma estelar el derecho y la conciencia del hombre. Añadiríamos, sin prejuicio alguno, nosotros.