Corrupción: un país de cínicos
Voluntad Anticipada
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Los siguientes comentarios son de la escritora y periodista doña Tere Gurza y el también colega Octavio Raziel García. Impresionantes. Su contenido revela pormenores que a todos interesan. Sobre el derecho a una muerte con dignidad. “Hablemos de la muerte”. Lo llama ella. A continuación.
Y él “Yo ya lo hice”. Al término. A los dos gracias.
“En memoria de mi querida hermana Beatriz, recientemente fallecida y partidaria de morir con dignidad.
Bajo la premisa de que evitar hablar de la propia muerte, solo ha servido para estar mal preparados cuando tengamos que enfrentarla; y buscando “experimentar la plenitud hasta el minuto final”, se realizó hace pocos días el Primer Coloquio Internacional sobre el Derecho a una Muerte con Dignidad (DMD); organización que preside, la doctora Amparo Espinosa Rugarcía.
Convocados por ella, especialistas de México, Holanda, Estados Unidos, España, y Colombia, explicaron que vivimos en una época en la que el desarrollo científico y tecnológico, ha dado a la medicina infinidad de medios para alargar la vida; pero que no siempre se hace, en las condiciones que quisiéramos.
Añadieron que la sociedad se ha acostumbrado a trasladar el proceso de enfermedad del hogar al hospital, incluso cuando ya no hay forma de mejorar la situación clínica; y que todos hemos visto a seres queridos sufrir al final de sus vidas, de una forma que podría haberse evitado tomando las decisiones adecuadas.
Que hasta hace pocos años, se temía que la muerte llegara demasiado pronto; pero que ahora, el miedo es que llegue demasiado tarde y en medio de padecimientos insoportables.
Y que para poder llegar más preparados al momento de esa experiencia suprema que es la muerte, es indispensable contar con información sobre las opciones que hoy se brindan, para elegir el mejor final de vida posible.
“No morir, no es una opción válida; pero sí lo es, el poder definir cómo queremos que sea nuestro fin”.
Hablaron de que la preocupación por resolver la disyuntiva entre una muerte digna y una indigna, es prácticamente universal; y de los médicos que investigan y luchan para poder proporcionar a enfermos terminales cuidados paliativos, que incluyen profunda sedación; o acompañarlos en muertes asistidas y eutanasia.
Los doctores Rob Jonquiere, de Holanda; Faye Girsh, de San Diego, California; Frances Kissling, de Washington, EU; Javier Sadaba, de España; Carmenza Ochoa, de Colombia y la mexicana Asunción Álvarez del Río, son algunos de esos valientes pioneros y fueron panelistas en este Primer Congreso.
Coincidieron en que las encuestas muestran que la mayoría de la población acepta el derecho de cada quien, a decidir cómo quiere morir.
Precisaron las dificultades y trabas legales que hay que superar para poder garantizar a todos, y no solo a los ricos que pueden pagar personal médico que los ayuda, la opción de morir pacíficamente y sin sufrimiento.
Y se refirieron a la persecución que han tenido que soportar los partidarios de estas tesis; y al arduo camino plagado de tabúes, creencias y tecnicismos, que han debido recorrer.
Fueron moderadores del encuentro, Bernardo Barranco que expresó que la idea de muerte está profundamente ligado a las culturas indígenas de México porque parten de que la vida es finita; y Jesús Silva-Herzog Márquez, quien sostuvo que, para decidir con libertad es necesario quitarnos los temores.
Especialmente interesante, me pareció la ponencia de la doctora Frances Kissling presidenta del Centro para la Salud, la Ética y la Política Social, de Washington DC, que habló del pensamiento de la jerarquía católica respecto de los cuidados paliativos, suicidio y eutanasia; y de su insistencia para inculcar a los creyentes, que el sufrimiento da méritos y redime y que mientras más padezcamos en esta vida, mayor gloria alcanzaremos en la otra.
Puso de ejemplo la situación del Papa Juan Pablo II en sus últimos meses; y la absurda actitud eclesiástica que presentaba su sufrimiento, como enseñanza de supremo valor para agradar a Dios y llegar a sitios más altos en el cielo.
Como contraste, evocó la importancia de la conciencia individual en la toma de decisiones esenciales, entre ellas la de un buen morir; concluyendo que la jerarquía católica, debiera asumir un rol de acompañamiento hacía los enfermos terminales y aceptar que se les ayude a tener una muerte tranquila, sin angustias ni sufrimientos.
Sus palabras me recordaron mi miedo de niña a enfermarme y “durar”; provocado por lo que decían los adultos al comentar la gravedad de algún pariente, con un “el doctor dice que puede durar (equis) meses”.
Afortunadamente las cosas van cambiando y ahora podemos firmar el documento de Voluntad Anticipada, que impedirá que nos vayamos sin poder compartir esos momentos definitivos con nuestros familiares, por estar entubados y rodeados de extraños en salas de terapia intensiva.
Y dejándolos, además, en la ruina económica”. Finaliza doña Tere.
Y a botepronto, el poeta don Octavio Raziel García, escritor y periodista también, da su opinión. Y nos autoriza compartirla.
“Mi estimada amiga y colega: antes que nada, te comento que firme hace unos siete años, ante Notario y ante las autoridades de lo que fue el Distrito Federal, mi Voluntad Anticipada. No quiero dejar de herencia a mi familia una planta que tengan que regar diariamente por muchos o pocos años.
“Con cierta regularidad aparecen noticias sobre el derecho a morir de quienes sufren una enfermedad o incapacidad tal que les es imposible continuar vivos con un mínimo de calidad.
“Las enfermedades neurodegenerativas, las secuelas de accidentes y otros factores han llevado a algunos seres humanos a soportar una vida que afecta no sólo al paciente sino a quienes le rodean.
“Así, las opiniones se dividen entre quienes parecieran se regodean con el sufrimiento del pariente o paciente y, los que apoyan totalmente la eutanasia como solución final.
“Se cuenta que Franz Kafka, desde su lecho de dolor por un mal terminal le espetó a su médico:
“-Si no me matas, serás mi asesino”.
“Para muchos, negarle el derecho a morir a un paciente es una cuestión de consciencia moral, religiosa y hasta sádica.
“En un mundo donde se pregona la democracia y las libertades, cada día tenemos menos de ellas. Sólo nos queda defender las de la lucidez y el derecho a morir.
“Nadie quiere morir. Todos tienen miedo a la muerte. Los mexicanos, tan amantes de la muerte, que la festejan y festinan, también le tienen temor a la hora de la verdad. Pero no todos son “nadie” ni son “todos”.
“La posición de quien quiere abandonar este mundo difiere mucho de la de quienes desean que permanezca con ellos, así sea en medio de un cruel dolor. Quien desea partir sabe que no será fácil dar ese salto. Sólo Cruz Martínez Treviño de la Garza (Don Fernando Soler, en ‘No desearás la mujer de tu hijo’, con Pedro Infante) calificaba a la muerte como “sólo un méndigo brinquito”, esto es, saltar montado en un caballo las trancas que separan la vida de la muerte.
“Ellos –quienes quieren irse—acuden las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) o a las que supuestamente defienden los derechos humanos exigiendo -que no pidiendo— ser desconectados de un sin fin de aparatos en una acción humanitaria; permitiéndoles una partida digna.
“Cuando toman la decisión de marcharse, por vez primera son dueños de sí mismos. Dejan atrás el momento en que pasan a ser propiedad del médico que experimenta en ellos lo que pudiera resultar el milagro esperado; también de los moralistas y los sádicos que escudados en la religión o disfrutando en el subconsciente el sufrimiento del paciente, esperan lo que Dios quiera, como si a Él le importara un bledo la vida o muerte del enfermo.
“Para mí, que diagnosticaron cuatro aneurismas mortales, la cosa es sencilla, en mi cartera aparece una tarjetilla con las indicaciones “No entubar, No resucitar”. Estoy consciente de que no faltará paramédico o médico que, argumentando supuestos principios morales o justificar su salario, hará lo imposible por revivirme a costa de que sufra secuelas atroces (contrario a lo que vemos en televisión donde el resucitado sale de E. R. caminando feliz y contento).
-“La muerte, que debe ser tan hermosa. Descansar en la blanda tierra obscura, bajo las hierbas que se balancean con el aire, y escuchar el silencio… No tener ni ayer ni mañana. Olvidar el tiempo y la vida. Yacer en paz…” recitaba el fantasma de Canterville cuando buscaba reposar en la obscuridad de la noche eterna y la tranquilidad que ello traería. Así, seguramente, quienes sufren enfermedades terminales o bien están encarcelados en males degenerativos y altamente dolorosos, sin posibilidades de mejorar, desean encontrar en la muerte la paz tan esperada. Hay enfermedades peores que la muerte, decía el doctor Juan Ramón de la Fuente, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, en una plática que sostuvimos cuando aún era director de la Facultad de Medicina. Kafka, tenía razón al advertir a su médico: si no me matas serás mi asesino”, concluye.