Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Lágrimas de una mujer
A la pintora Lourdes y a su esposo Enrique, con ternura infinita.
Esta es una historia hermosa, así como una lección de vida que vale la pena aprender. Comienza cuando un niño intenta averiguar por qué su madre llora.
Si tú también quieres saber: Te lo digo. Te hará pensar. Tan importante como breve.
Un chico pregunta a su madre: Por qué lloras. Porque soy mujer, responde ella.
Después el chico pregunta a su padre: Por qué llora mamá.
Porque las mujeres a veces lloran sin razón, le responde.
Cuando el chico crece le preguntó a Dios:
Por qué las mujeres lloran tan fácilmente.
Y El responde: porque la mujer es especial. Sus hombros sostienen al mundo. Y al hombre.
Por eso otorgué a ella, el don de dar vida. Ser madre. Y la bondad de perdonar el rechazo que a menudo dan los hijos.
Ella nunca se rinde y cuida siempre de su familia, a pesar de la fatiga. Apoya a su esposo en los malos momentos. Y permanece a su lado. Siempre. Vela por sus padres. Sus amistades. No tiene límite su bondad.
Y, añadió Dios, le di la capacidad de llorar para aliviarse de cualquier preocupación. O pena.
Es cierto. Faltaba más.
La belleza de la mujer, de la madre, no reside en sus ropas. Ni en su cara. Ni en su pelo. Está en sus ojos. Que son la puerta al corazón. Donde reside el amor. Sus lágrimas, no son reclamo, de manera alguna. Son la virtud más sabia del Creador. Bálsamo que las bendice.
Y más cuando pierden a un hijo, como hoy sucedió a mis amigos doña Lourdes y Enrique Alanís Camino.
Gracias a todas las mujeres por su fortaleza y en especial a ti, mujer, que aún enjugas mi llanto.