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GUATEMALA, 19 de agosto (Quadratín México).- Las pandillas juveniles, que proliferan en la ciudad de Guatemala y otras zonas urbanas, han extendido sus dominios a comunidades rurales donde hace unos años era impensable su incursión, indicaron analistas.
“Los jóvenes guatemaltecos, sin oportunidades de desarrollo, quedan con pocas opciones para escapar de la influencia de las maras (pandillas) y son condenados a la violencia”, dijo el sociólogo Rodolfo Elías.
Señaló que “excluidos de todo, las poblaciones de jóvenes marginados tarde o temprano pasan a engrosar las filas de las ´maras´ que han salido de sus feudos urbanos y llegan hasta comunidades indígenas”.
La oficina del sistema de las Naciones Unidas en Guatemala, con motivo del Día Internacional de la Juventud celebrado el 12 de agosto, se refirió al panorama que enfrentan los jóvenes guatemaltecos amenazados por la pobreza y a la violencia.
La entidad citó datos del “Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011-2012, Guatemala: ¿un país de oportunidades para la juventud?”, el cual precisa que 70 por ciento de la población guatemalteca es menor de 30 años.
“Una de cada tres personas es joven (13 a 30 años)” en Guatemala, cuya población es de 14.5 millones de habitantes, y donde “más de 800 mil jóvenes de 13 a 18 años están fuera del sistema educativo”, citó el informe.
Además, “la juventud indígena de 15 a 24 años cuenta con una escolaridad menor a sexto grado de primaria”, mientras que “la probabilidad de que una mujer muera antes de los 30 años es de seis por ciento y para un hombre es de 12 por ciento”.
De acuerdo con el estudio, “la mayoría de población que migra en condiciones irregulares y precarias es joven”, en tanto que “tres de cada cuatro jóvenes ocupados trabajan en el sector informal, lejos de un trabajo digno”.
A las cifras negativas para los jóvenes guatemaltecos, reconocidas por el gobierno, se suma la queja del sector privado de que apenas se pueden crear 20 mil empleos anualmente pero la demanda es de 200 mil jóvenes en busca de trabajo por año.
Ante la marginación, “los jóvenes tarde o temprano forman parte de los grupos urbanos dedicados a la delincuencia”, con lo cual se genera “el crecimiento y expansión de las maras”, puntualizó el también académico universitario.
Para las autoridades de seguridad, no hay tal fenómeno de expansión de las maras pero reconocen su presencia en pueblos y zonas urbanas de ciudades del interior del país donde hasta hace unos años no tenían ningún tipo de actividad.
Fuentes del Ministerio de Gobernación afirmaron que las pandillas juveniles se fortalecieron en las ciudades centroamericanas -a partir de las deportaciones desde Estados Unidos-, pero que las más numerosas se encuentran en El Salvador y Honduras.
El ministro de Gobernación, Mauricio López Bonilla, estimó que en Guatemala operan entre diez mil y 12 mil personas integradas en pandillas, que se relacionan de algún modo con las maras Salvatrucha y M-18, las más numerosas y “activas”.
Aseguró, sin embargo, que las maras en Guatemala son grupos dispersos, que no alcanzan la organización de las pandillas de los países vecinos –Honduras y El Salvador- que llegan a formar parte de redes del crimen organizado.
La “falta de estructuración” o carencia de liderazgo impedirían que en Guatemala se pueda dar un pacto entre maras rivales, con el beneplácito de las autoridades como ocurrió en El Salvador, donde el acuerdo –negado por el gobierno de Mauricio Funes- redujo en forma drástica el número de asesinatos.
Ante declaraciones de un dirigente salvadoreño que facilitó el arreglo en el país vecino en el sentido de que en Guatemala se perfilaba un acuerdo similar, el presidente Otto Pérez Molina descartó de manera tajante cualquier posibilidad de “negociar con criminales”.
Virgilio Álvarez, director saliente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede académica Guatemala, dijo que coincidía en que un pacto con maras en Guatemala “es imposible”, pues “aquí no hay pandilleros inteligentes ni políticos inteligentes” que propicien un diálogo.
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