Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO. 2 de febrero de 2022.- Las bibliotecas enfrentan el reto de renovarse, como en su momento lo hicieron las librerías, para ser espacios que vuelvan a reunir y donde las personas puedan descubrir nuevos conocimientos, consideró el investigador de la Universidad de St. Andrews en Escocia, Andrew Pettegree.
El experto en Historia Moderna participó en la tercera sesión del ciclo Internacional “Una cita con la Biblioteca Nacional de México: Historia de la lectura y del libro en la pospandemia. Reflexiones sobre un porvenir incierto”, enfatizó que a lo largo del tiempo estos recintos renovaron su significado para crecer y esta es una nueva oportunidad para hacerlo.
El autor de La biblioteca, una historia frágil (The Library: a fragile history) explicó que en la historia la destrucción de las grandes colecciones es parte de un ciclo natural, como se ha visto con los reservorios en Alejandría.
“La creación y destrucción de las bibliotecas es parte de un ciclo natural de creación, acumulación, decaída, destrucción y una reconstrucción, por eso es que estos espacios han probado ser instituciones resilientes a lo largo de los siglos, pues constantemente se han reconstruido a sí mismas”, comentó el titular del proyecto “Catálogo universal de títulos cortos” durante el encuentro organizado por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas.
Pettegree, ganador del Goldsmith Prize, explicó que a partir de la época de los romanos estos acervos han tenido cambios importantes, por ejemplo antes de la imprenta tener 300 títulos era extenso, posteriormente los doctores y abogados particulares llegaban a contar con repisas de libros más enriquecidas que las de una universidad. Esto se sabe gracias a catálogos privados que han sobrevivido hasta la fecha y que revelan sobre el tipo de textos que recopilaban, aunque una cantidad significativa de libros ya no exista.
La historia de las colecciones institucionales ha sido de fallos, porque llegar a la biblioteca pública fue complicado: primero fueron las estanterías que simbolizaban el poder de personas individuales; luego se avanzó a colecciones en capillas, de acceso restringido o mediante suscripciones. Fue en el siglo XIX cuando la gente accedió a estos archivos, precisó el investigador.
Pettegree detalló que la época dorada de las bibliotecas en Europa fue de 1885 a 1970; hoy la gente defiende los espacios porque son un ícono de la sociedad civilizada, pese a que en ocasiones ni siquiera los visitan.
Pese a que cada vez adquieren mayor importancia los libros digitales, y a las especulaciones sobre la desaparición de las obras impresas, el experto consideró que está lejos de ser realidad.
“El uso de catálogos digitales es muy importante desde antes de la pandemia, y ahora se ha acelerado su progreso debido a la emergencia. Los recursos digitales han tenido un gran éxito y esto es bueno, pero aún creo que después de la pandemia la gente regresará a los libros, porque es muy reconfortante tener un libro en las manos, y aún es difícil leer más de 10 páginas en una pantalla -al menos para mí- y sé que a muchos de mis colegas les sucede lo mismo”, precisó.
Pettegree lidera el proyecto Catálogo universal de títulos cortos (Universal Short Title Catalogue) considerado uno de los planes digitales más ambiciosos que reúne información de todos los libros publicados en Europa hasta 1650, lo que equivale a aproximadamente 750 mil títulos y cuatro millones de copias localizadas en diferentes bibliotecas del continente.