Descomplicado
Lo que siempre se supo: fue el estado mayor presidencial
Los militares siempre supieron que el 2 de Octubre de 1968 fueron elementos del Estado Mayor Presidencial quienes dispararon. Contra los estudiantes y contra ellos.
El general Antonio Riviello lo asumió públicamente en un desayuno con periodistas el 23 de diciembre de 1994. Afirmando que los protagonistas, ese “Ejército” ya no estaba en el activo.
El presidente López Obrador declaró, en su conferencia mañanera de este jueves, que el general Cárdenas le contó, testimonio de “viva voz” insistió, que el general Marcelino García Barragán así se lo contó.
En sus memorias, entregadas a Julio Scherer por su nieto, afirma esto y todavía más. El periodista reprodujo una carta que el general García Barragán le envió a su hijo Javier: “… el 2 de Octubre, en el tiroteo de Tlatelolco, el general Luis Gutiérrez Oropeza mandó apostar, en los diferentes edificios que daban a la Plaza de las Tres Culturas, a diez oficiales armados con metralletas con órdenes de disparar contra la multitud ahí reunida”.
El Estado Mayor Presidencial, que estaba bajo el mando del general Gutiérrez Oropeza actuaba por órdenes directas del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez.
Estos oficiales, y muchos más, habían participado infiltrados entre los estudiantes en varias manifestaciones anteriores, incluso ametrallando la Vocacional 7.
Los oficiales, militares hay que insistir, que obedecían órdenes superiores, eran los que llevaban un guante blanco.
En el vídeo que mostró el general Riviello Bazán en ese desayuno, que transmitió íntegro esa noche Jacobo Zabludovsky en su noticiero, se observa como los soldados que estaban en la Plaza corren a refugiarse, protegiendo a civiles, de las balas que vienen de arriba, de los edificios, donde no habían entrado. Hubo muertos y heridos militares, que no fueron dados a conocer. Excepción de un general.
¿Por qué pudo suceder esto? O, mejor dicho, aquí estaría la gran explicación de la desaparición del Estado Mayor Presidencial: Porque un grupo militar pudo actuar sin conocimiento del DN1, es decir del secretario de la Defensa Nacional.
Fue hasta que el general Gutiérrez Oropeza, consta en sus memorias publicadas, llamó al general García Barragán para pedirle apoyo para que salieran sus hombres de estos edificios, que se enteró. Y esto porque un teniente, de los diez, estaba detenido por el general Mazón Pineda, que lo había encontrado al revisar los edificios después de la balacera.
“… un teniente no pudo salir… ¿Quiere usted ordenar que lo pongan en libertad?” Le dijo el general Oropeza al general García Barragán. Esto lo interrogó: “… ¿Por qué no me informaste de esto oficiales?” La respuesta es histórica “Porque así fueron las órdenes, mi general”.
Un general con mando de tropas pudo no informar a su superior de un operativo de esta envergadura.
Todos los documentos que existen conducen a que las órdenes fueron dadas directamente por Luis Echeverría Álvarez. Y que no estuvo enterado el presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien junto con el general García Barragán asumieron la total responsabilidad de estos hechos.
La historia es aterradora. Sobre todo, por el saldo de muertos que sigue presente a 51 años de distancia.
En la marcha conmemorativa de estos hechos hubo infiltrados. Imaginemos que estos infiltrados fuesen militares armados y tenemos la visión aterradora de esos días.
Los militares, todos, del Estado Mayor Presidencial, obedecían órdenes de sus superiores. Y el responsable de estas órdenes, que incluyeron la de disparar contra otros militares y contra los estudiantes, fue el general Luis Gutiérrez Oropeza.
E incluso si hubiese recibido la orden directa, específica, textual de disparar que no lo creo así, de Luis Echeverría, estaba fuera de toda Ley. Y de todo lo que dice la legislación militar donde el mando es piramidal, donde el único que podía darle órdenes era el secretario de la Defensa Nacional.
Es tiempo de contar bien la historia. Y de reconocer a los verdaderos villanos.
Lo que dijo el Presidente es totalmente cierto. Tenemos el testimonio de uno de los protagonistas, el general Marcelino García Barragán, falta el del todavía vivo Luis Echeverría Álvarez. Que sabemos no va a contar la verdadera historia. Quien estén cerca de él podrán escuchar las voces lejanas, la pesadilla repetida donde le ordenan, a su vez, que detenga a los estudiantes “a como dé lugar”…
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