Frente a la guerra/Felipe de J. Monroy
Habrá un nuevo tiempo mexicano
Habrá un nuevo tiempo mexicano, dijo en octubre de 2011 el escritor Carlos Fuentes, pero advirtió que si todo salía mal tras la elección presidencial del primero de julio de 2012, “puede ser la última dentro de un marco democrático”.
El autor de La Región más transparente no alcanzó a ver los resultados porque murió 6 semanas antes, el 15 de mayo de 2012. Ante la situación que se vivió y se vive en este sexenio y los muchos datos -algunos oficiales-, que aparecen en las postrimerías, ¿se está cumpliendo la segunda parte de lo dicho por el gran escritor? La forma como se está manejando la situación para retener a como dé lugar el poder ¿presagia el ingreso a esa gran zona oscura y peligrosa que están viviendo países como Brasil y Argentina en el Cono Sur?
LA REALIDAD EN LA NOVELA Y EL CAMBIO EN MÉXICO
Las declaraciones de Fuentes sobre un tiempo nuevo que puede venir para México, se dieron en una entrevista que le hizo el director de Laberinto suplemento cultural del diario Milenio, José Luis Martínez, cuando aquel se encontraba en Londres. La entrevista giró en realidad en torno al ensayo que acababa de publicar Fuentes La gran novela latinoamericana. En 1993, el mexicano publicó un largo ensayo sobre la Geografía de la novela (Fondo de Cultura Económica).
Se trata de un recorrido interesante en defensa de la novela, a la que muchos, como sucede con el libro y la letra impresa, han lapidado desde hace tiempo. Este libro recurre a una pléyade de grandes escritores -con algún prietito en el arroz-, y enfatiza los muy comunes argumentos de Fuentes sobre ese género literario. De paso se refiere a la forma como fueron gestadas algunas de sus obras, La Muerte de Artemio Cruz, La región… Terra Nostra, Una familia lejana, etcétera. Es un ensayo en el que se lanza contra las ideologías y la política en la literatura y contra las nacionalismos que se imponen en las novelas, pero una parte de su escrito gira en contra de los bloques que imperaban en el tiempo del ensayo, a los que acusa de “bandas de asesinos de nosotros” por no aplicar la inclusión, y agrega como dispensables de esos bloques a Cuba, Hungría, Nicaragua, Chile, Guatemala, Checoslovaquia, Polonia y Afganistán. Esta postura tan cuestionada en Fuentes y que es común en la discusión sobre la literatura casi siempre iniciada por anticomunistas en la búsqueda de la pluralidad y la generalización -tocan de refilón el capitalismo para no mostrar iniquidad-, termina coincidiendo a la postre con el Statu quo. Nosotros, los profanos, los apabullados por la importancia y conocimientos de esos genios, vemos no obstante la manchita en la página, la inclusión en su libro de escritores mexicanos, por ejemplo, que avalaron el descarado fraude electoral de Carlos Salinas contra Cuauhtémoc Cárdenas y se nutrieron durante años con los dineros del presupuesto ¿Se les perdona o se eluden hechos igual de turbios si en sus novelas trasciende lo contrario?
Algunos similares que en sus países se dan golpes en el pecho de la democracia, se van al sistema de enfrente -como lo hizo el premio nobel Aleksandr Solzhenitsyn, etc. -para buscar protección en el “otro asesino de nosotros”, que una vez utilizados los desecha.
El propio Fuentes confiesa haber recurrido a su propio sistema, “…casi no existe intelectual mexicano (me incluyo en ello) que en su momento no se haya acercado al poder confiado en que podía colaborar para cambiar las cosas, impedir lo peor, salvar lo salvable”.
Pese a esa inclusión, Fuentes tenía fe en un cambio real en el país. En aquellas, una de sus últimas declaraciones políticas, hizo hincapié en que si el candidato ganador “está muy atado a intereses de cualquier tipo, sobre todo privados, será muy malo para el país” ¿Qué pensaría de la debacle actual?