El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La farsa de los poderes y el olvido de Montesquieu
Mientras el poder legislativo anda de la greña y el poder ejecutivo se desmorona, el judicial quiere levantar la moral con las disquisiciones de su presidente Luis María Aguilar sobre la dignidad humana como principio jurídico, pero serios obstáculos lo paran en seco: las decenas de denuncias por acoso sexual en contra de miembros de ese poder por empleadas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y otros tribunales.
Ellas han recibido como respuesta, hasta el momento, el mutismo. En México, las teorías de Charles Louis de Secondant barón de Montesquieu sobre la división de poderes, nunca han funcionado, pero en ciertas etapas en las que el poder presidencial tenía presencia y prestigio, las cosas pasaban de largo; había cierto respeto.
Pero en los últimos tiempos el desacato se ha instalado en una entidad presuntamente tripartita, con una sola voz que toma decisiones y que cambia de nombre la estructura republicana. El proceso lleva varios sexenios. Veamos.
El poder ejecutivo tiene facultades que rebasan en preponderancia a los otros dos y a esa cualidad creada por la ley, se añaden actos extralegales, entre otros con procesos electorales inducidos para lograr la mayoría en las cámaras y ejercer el control del legislativo.
Al poder judicial se le maneja con las designaciones de ministros a modo y a través de la consigna cuando es necesario y esto último se observa en muchos casos en los procesos electorales a través del Tribunal Electoral, integrado a ese poder. El alto tribunal aparece, además, para refrendar políticas del ejecutivo, frente a movimientos sociales que exhiben todos los argumentos de validez en contra de los oficiales. Y lo vimos en el movimiento magisterial encabezado por la CNTE contra una reforma educativa sin consulta a los mentores y que fue avalada por la Corte, “en bien de la niñez”.
Los ejemplos son muchos y pueden desbrozarse, por ello mueve a reflexión el que el señor ministro Aguilar se expanda acerca de un concepto de dignidad, que podría ser sometido a juicio -pero no en la Corte, por favor-, y aplicarse al resto del estado.
La crisis del concepto tripartita que para algunos suena obsoleto si se observan los gobiernos mundiales apegados al sistema o que ejercen felizmente otro sin problemas de control -monarquías, despotismos para seguir a Montesquieu, tiranías y dictaduras, etcétera-, tiene que ver en México con la prolongación de un sistema político que pretende ejercer -aunque no nos guste el derechista Vargas llosa-, la dictadura perfecta y se adobe con el término democracia. Puesta la visión en la debacle que vivimos, las crisis dan otros resultados y la opinión pública ya está consciente: es urgente un cambio.
Nacido en Burdeos en 1689 el noble barón de Montesquieu, es un ejemplo de cómo la cuna conservadora si bien añade méritos sobre todo culturales, no influye en el pensamiento cuando el personaje observa los despotismos, los abusos del poder y se centra en lo que él considera más adelantado para la época; las ofertas legislativas de otros países – en ese caso Inglaterra- y de otros pensadores – John Locke, Thomas Hobbes, etcétera-, para plantear una teoría democrática.
Es así como surge El espíritu de las leyes ( o Del espíritu de las leyes, según la traducción, Alianza Editorial 2015, muchas editoriales), uno de los grandes clásicos de la política -añadida posteriormente La defensa de El espíritu de las leyes que censuró siempre interventora la iglesia católica, en 1751-, que ha servido de base para instalar gobiernos desde el siglo XVIII incluidos los monárquicos cuando estos están combinados con el parlamentarismo.
Filósofo, jurista, su gran aporte es la división de poderes planteada como un sistema de equilibrio entre los que intervienen desde diferentes perspectivas en un estado, las mismas, que, – influido por el tipo de gobierno inglés y de Locke- , planteó como ejecutivo, legislativo y judicial. Poderes que en México se han convertido prácticamente en uno solo.
También se le considera el padre de la sociología que algunos atribuyen a Augusto Comte y a Lorenz von Stein (aunque son más recientes, del siglo XIX), por esa sutileza que se desprende de su famoso libro en relación a la forma como el entorno geográfico y el tipo de sociedad, deben influir para bien en la conformación de los estados.
Aquí, en México, tampoco esa profundidad de ideas ha sido retomada por los gobiernos si vemos como utilizan los recursos para depredar o enajenar al extranjero -mineras por ejemplo-, en contra de los intereses de la población circundante.