Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
¡No se olvida! El 68 sigue sin justicia
El 2 de octubre del 68 no se olvida. Y se llega a la conclusión de que muchos de los hechos represores del sistema priísta, se basaron en la oposición ciudadana a una imposición dictada desde arriba. Los sucesos en Asunción de Nochixtlán Oaxaca, el 19 de junio de 2016, algunos analistas los relacionaron con el 68: una represión violenta en torno a un movimiento, el magisterial, que se oponía a la aplicación de una reforma administrativa. Los maestros retardaban la medida con su lucha. Los estudiantes e intelectuales del 68, ponían en riesgo, según el Gobierno, la Olimpiada cuya inauguración se anunciaba para el 12 de octubre. Hay quienes van más allá y llegan a una conclusión terrible: los sucesos de Ayotzinapa pudieron ser planeados para obstaculizar cualquier protesta contra la llamada reforma educativa del pasado sexenio. Y por su lado, lo acontecido en Atenco represión a muchos niveles también con Peña Nieto, que ha estado dictaminada incluso por la CIDH, fue un castigo a la oposición al aeropuerto. Todos los casos mencionados tienen un fin para justificar la agresión: actuar contra toda opción y oposición, a planes oficiales que estaban sometidos a cuestionamiento y sin que hubiera habido consulta.
AQUELLOS DATOS OFICIALES SIEMPRE OCULTARON LAS VERDADERAS CIFRAS
En el caso de Nochixtlán murieron 10 personas según la CNTE, ocho según el Gobierno. Los heridos, cuya atención se retardó varias semanas, rebasaron los cien. El número de muertos, heridos y desaparecidos en el 68, siempre ha sido disímil, porque la información oficial la concentró el Gobierno (igual que sucedió en los sismos del 85 cuando los números no cuadraban), pero las muchas denuncias de familiares y amigos de víctimas y afectados, dieron cifras muy superiores a las oficiales. A pocos días de los sucesos, El Consejo Nacional de Huelga habló de 150 civiles y 40 militares muertos. Hay quienes hablan de 800. Datos publicados señalan que el periodista británico John Rodda concluyó su investigación con 267 muertos. Con gran cinismo, Gustavo Díaz Ordaz (DO), dijo cuando fue nombrado embajador en España en 1977,–todavía fresco el franquismo con el que tenía mucho en común–, que fueron “ni menos de 30, ni más de 40”.
EN EL 68 SE UTILIZÓ LA PROTECCIÓN A LA SEGURIDAD, PARA JUSTIFICARSE
En el 68 se manejó lo de los disparos de francotiradores para justificar la agresión en Tlatelolco. Pero para otros, la verdadera historia de lo que ocurrió se apoyaba en los discursos intimidatorios de DO “para proteger la seguridad del país” mientras el gobierno se preparaba para recibir en el país a los participantes de la Olimpiada. El movimiento estudiantil de aquel año, como sucedió con el caso Ayotzinapa para consolidar la reforma educativa y la amplitud en la privatización de la enseñanza, eran el obstáculo. Todo un entorno que puso al descubierto la saña represiva del aparato priista tanto en el 68, como lo fue en tiempos de EPN. Los discursos antes y después de Nochixtlán, parecen calcados de aquellos del entonces presidente de México DO. Fueron dichos, sobre todo, por el secretario de la SEP Aurelio Nuño y por el titular del DF, Miguel Ángel Osorio Chong.
EL LIBRO, TESTIMONIOS DEL 68 ¡NO SE OLVIDA!, REFLEJA LA VERDAD
De los muchos libros que se han escrito sobre el 68, el que concentra los testimonios de los más relevantes testigos de aquel movimiento, están incluidos en el libro Testimonios del 68 ¡No se olvida! (Editora para leer en libertad A.C. 2010) promovido entonces por el recién desaparecido PRD, edición digital que ese partido puso a disposición gratuitamente, en sus mejores tiempos. Ya en otra ocasión hemos escrito sobre él. Lo integran testimonios de 21 escritores, políticos, dramaturgos, poetas y participantes directos en los hechos. Es una interesante recopilación porque tiene la frescura del momento y exhibe el punto de vista crucial de cada protagonista. Me impactaron varios, pero el de Humberto Musacchio no solo describe la angustia de permanecer acostado en el cemento, obligado por la policía, en Tlatelolco, hasta que es conducido a la cárcel y dejado en libertad, en una de esas raras y humorísticas circunstancias en las que la policía demuestra lo torpe que es. Entre algunos de los que escribieron están Paco Ignacio Taibo II, Elena Poniatowska, el propio Musacchio, de los vivos y Carlos Monsivais, Efraín Huerta, Raúl Álvarez Garín, Heberto Castillo, Eduardo Valle, José Emilio Pacheco y Emilio Carballido, ya fallecidos.